La película "October 8", de la directora de cine estadounidense Wendy Sachs, llega por primera vez a Madrid de la mano de la Fundación HispanoJudía y la Comunidad Creativa por la Paz, para una proyección conjunta este mes con la colaboración de una veintena de organizaciones judías, entre ellas este medio.
El filme llega para iluminar algo que, en cuestión de horas, se volvió reconocible: el debate sobre Gaza se mezcló con un reflejo antiguo, la sospecha automática dirigida hacia los judíos.
Sachs observa esa mutación con pulso de cronista. Carteles sin firma que aparecen de noche. Consignas repetidas como si fueran evidencia. Aulas ocupadas. Rostros muy jóvenes explicando cómo "sionista" pasó a convertirse en sinónimo de culpabilidad colectiva.
El filme sostiene que ese giro no fue espontáneo. Rastrea redes activistas asentadas desde hace décadas en Estados Unidos y entra en el territorio resbaladizo de la desinformación digital, donde propaganda y campañas virales, a menudo empujadas por actores externos, encuentran en los algoritmos una cámara de eco perfecta. Se puede discutir la arquitectura del argumento, pero resulta difícil esquivar su señalamiento central: hoy el antisemitismo suele viajar camuflado en un lenguaje político legítimo, y por eso avanza sin fricción, sin alarmas, casi sin que nadie se sienta aludido.
El señalamiento
Que October 8 se estrene en Madrid no es capricho. Es sabido que aquí también hemos visto cómo la frontera entre protesta y hostigamiento identitario puede borrarse de golpe.
En 2024, las acampadas pro-palestinas en Ciudad Universitaria convivieron con relatos de estudiantes judíos que dejaron de acudir a clase tras insultos, empujones y miradas que pesaban más que cualquier pancarta. En 2025, panfletos con simbología nazi aparecieron en los buzones de una universidad privada. Episodios distintos, misma deriva: un conflicto internacional convertido en permiso local para señalar.
Por eso October 8 no ofrece un cierre tranquilizador; ofrece un horizonte incómodo. Marca un umbral y obliga a mirar de frente esa zona gris donde el desacuerdo político se degrada en sospecha identitaria, y donde las universidades, que deberían ser gimnasios del pensamiento crítico, acaban a veces como fábricas de consignas, terreno fértil para un odio viejo con sintaxis nueva.
Verla en Madrid es una oportunidad para entender qué está pasando, cómo se contagia y por qué.
Si quieres entender cómo el "día después" sigue escribiéndose en nuestras universidades, en nuestras redes y en nuestras calles, tienes que verla.
Para más información sobre la premiere: info@fundacionhispanojudia.org ▪
