El pasado 14 de diciembre, la arena de Bondi Beach, en Sídney, no se cubrió de salitre, sino de la sangre de dieciséis personas, entre ellas una niña de 10 años y un superviviente del Holocausto, asesinados por el simple hecho de ser judíos y celebrar Janucá.
El atentado terrorista cometido por un padre y su hijo, vinculados al Estado Islámico, no fue un accidente ni una anomalía. No puede entenderse al margen de años de claudicación moral, de un ecosistema de odio que las instituciones han permitido crecer y al que han abonado con equidistancia cobarde y narrativa incendiaria. Cuando el antisemitismo se convierte en una ficha más del juego político, el final siempre es el mismo: judíos muertos.
A las 18:40, mientras las familias encendían las luces de Janucá, dos hombres abrieron fuego sin distinción alguna. Lo que siguió fue una carnicería, una ejecución colectiva: un rabino asesinado, una niña de diez años acribillada, niños heridos… Dieciséis cadáveres tendidos sobre la arena y una comunidad que llevaba meses advirtiendo de que la violencia era cuestión de tiempo. Nadie quiso escuchar. Y quienes miraron hacia otro lado hoy no pueden alegar sorpresa.
En Australia, como en buena parte de Occidente, las alertas de los líderes judíos fueron despreciadas como exageraciones. Mientras tanto, en las calles de Sídney, Madrid, París o Londres, se permitió que el odio se disfrazara de activismo político, que consignas abiertamente genocidas se normalizaran y que señalar a los judíos se convirtiera en algo aceptable. La línea entre la crítica legítima y la persecución no se borró sola, sino que se borró a propósito.
Cuando los gobiernos legitiman relatos que criminalizan a los judíos y juegan con discursos que niegan el derecho a existir de un Estado, contribuyen a generar un clima que los violentos interpretan como una legitimación: el judío vuelve a ser un objetivo asumible.
Los mensajes de condena en redes sociales llegan tarde y no limpian nada. La verdadera complicidad está en callar ante el acoso diario en las universidades, en mirar hacia otro lado ante las manifestaciones que glorifican el terrorismo y en no hacer nada mientras los incidentes antisemitas se disparan un 567 % desde 2022 (fuente: Observatorio de Antisemitismo). No es ignorancia. Es una elección.
¿Cuántas masacres más hacen falta para admitir que el antisemitismo no es cosa del pasado, sino una amenaza plenamente vigente? Bondi Beach no es una excepción, es una advertencia. Un espejo brutal que muestra hasta qué punto una parte de la clase política está dispuesta a sacrificar principios, seguridad y vidas humanas con tal de no incomodar a la calle.
Esto no fue solo un ataque contra los judíos de Sídney. Fue un ataque contra la libertad religiosa, contra la seguridad de todos y contra algo tan básico como la decencia humana. Y si seguimos normalizando el odio en el espacio público, tendremos que asumir que cada nueva víctima también pesa sobre nuestros hombros.
En este contexto, resulta imposible no señalar el silencio atronador de determinados ministros y cargos públicos que, con notable rapidez, se pronuncian para señalar y condenar a Israel, pero que no han considerado oportuno dedicar ni una sola palabra pública a condenar este atentado ni a expresar condolencias a las familias de las víctimas judías de Sídney. No se trata de exigir unanimidad ideológica, sino de coherencia moral. En política, los silencios también comunican, y este, prolongado y selectivo, no pasa inadvertido.
Ya no valen los lamentos ni las manos en la cabeza. Se exigen responsabilidades políticas, tener claridad moral y hacer justicia. Bondi Beach no está tan lejos de España. El odio que la ensangrentó se cultiva hoy aquí, en nuestras calles, con palabras irresponsables, con silencios calculados y con la pasividad de quienes deberían combatirlo.
Los que murieron en Bondi Beach ya no podrán encender las velas de la próxima Janucá. Su muerte interpela a una sociedad entera y a una clase política que ha tolerado demasiado tiempo la normalización del odio. Mirar hacia otro lado también tiene consecuencias▪️






