Ya nada tiene sentido. Nada. Dejaron el pacifismo, ecologismo, feminismo y cuánto movimiento político y social haya habido a disposición para unirse en conjunto a una nueva causa, la Palestina.
Todo cambió el mismo día 7 de octubre. Al unísono de las voces más extremistas de los líderes políticos europeos, se unieron en sendas marchas por las distintas capitales y ciudades más importantes occidentales: Madrid, Barcelona, Londres, París, Nueva York, Berlín, Roma, entre tantas otras, al día siguiente del atentado.
Turbas de manifestantes alegres por lo que había desempeñado Hamás con tanto éxito, es decir, romper la cerca que los separaba de Israel para cometer el asesinato de 1.200 judíos, la más grande desde el Holocausto y secuestrar a 250 personas. Estaban emocionados. Felices. Exaltados. Finalmente el débil del cuento se enfrentaba por sorpresa al fuerte y parecía que había ganado.
Durante dos años gritaron "Genocidio", "Free Palestine", "Limpieza étnica", "El estado sionista terrorista de Israel", "hambruna". Se unieron a la tendencia de universidades norteamericanas para tomar los campus y prohibir el acceso a los sionistas (o sea, a judíos). Quitaron carteles con las fotos de los secuestrados de la vía pública. Pintaron negocios, sinagogas y casas de judíos en el mundo entero. Señalaron a judíos en medios de comunicación, hicieron listas de judíos y sus respectivas cuentas de "X" (Twitter) en Telegram para atacar con bots sus cuentas. Salieron nuevas voces en redes sociales promocionando el antisemitismo convirtiéndose en líderes de opinión. Se hicieron mil capítulos en podcasts al respecto. Ni qué decir de los miles de vídeos abiertamente antisemitas en YouTube, Facebook, Instagram, etc.
Fue la combinación de éstas para atraer además a un nuevo público con un enemigo en común: los fascistas que tanto aborrecían. ¡Y qué decir de los islamistas! Estos caen a tiempo perfectamente para ensamblar todas las piezas. Se ha engendrado un monstruo estilo Frankenstein 2.0. Ni en las peores pesadillas de todos estos grupos, se hubiesen imaginado poder estar juntos en la lucha con el mismo fin: la destrucción del estado judío y la persecución de judíos a nivel mundial.
¿Y los gobiernos? Esta es otra historia, pero quizás la peor de todas. Gobiernos que hicieron nada por todo este rejunte vomitivo de piezas inservibles. Les convenía. Tenían mucha basura que esconder debajo del tapete. Gobiernos que de países que se autodenominan "democráticos" y moralmente superiores, dando lecciones a Israel de cómo tenía que defenderse de los actos terroristas. En el camino reconocieron a Palestina como Estado, sin tener claro sus fronteras, su capital, su jefe de estado y en varios casos, su ubicación geográfica.
Gobiernos como el español que luego alentaron cosas que quedarán para la historia: sabotear la Vuelta Ciclista a España, alentar la prohibición a equipos de fútbol y de baloncesto competir en las diferentes competiciones de la UEFA o de la EuroLiga. Y lo último, el embargo de venta y compras de armas a Israel (con una cláusula al final del decreto de exclusión solo por si a España le servía por interés nacional).
Hamás se ha visto presionado y acorralado por todos los frentes para devolver a los 48 secuestrados intercambiándolos por cerca de 2000 presos. Negocio redondo. Además, se espera que depongan las armas y que dejen de gobernar en la Franja de Gaza. Resultados en la sociedad: la incertidumbre.
¿Ahora qué van a hacer con sus vidas? Ya todo ha perdido el sentido. La lucha la han perdido. Hamás durante 2 años fue el norte de esta brújula extremista y sanguinaria. Ya no hay motivos para hacer marchas, pegar miles de pegatinas por las calles ni colgar en los balcones la bandera Palestina.
Ni qué decir de los artículos de moda tales como pulseras, kufiyas (que dicho sea de paso, es una apropiación del pañuelo del pueblo de Kufa en Irak), camisetas, pines, mochilas y demás artículos de moda que se consiguen por Temu, AliExpress y el Rastro madrileño. Todo ha sido en vano. Los líderes de Hamás han dado la espalda a la lucha de estos grupos de inadaptados y del odio.
Esta enfermedad ha atacado como un virus a gran parte de la sociedad española. Ahora que saben que el virus no es inmune, sufrirán la consternación de no saber dónde están parados. Un deseo para ellos: ¡qué se mejoren! ▪






