La historiadora y analista internacional Marta González ofreció en Melilla una conferencia titulada "El descubrimiento de Sefarad: entre la nostalgia y la oportunidad", en la que recorrió más de un siglo de vínculos entre España y los descendientes de los judíos expulsados en 1492. El encuentro, organizado por la asociación sociocultural Mem Guimel, presidida por Mordejay Guahnich, y con el apoyo de la Consejería de Cultura, reunió a más de un centenar de personas en el salón de actos del Club Marítimo.
González, que ya estuvo en 2019 en Mem Guimel para hablar de la participación judía en las Brigadas Internacionales, trazó una línea de tiempo que comienza "con el redescubrimiento, en el siglo XIX, de los judíos que vivían en el norte de África y en el Imperio Otomano, descendientes de los expulsados de Sefarad" y termina en la actualidad con la concesión de pasaportes a los descendiente de los sefardíes en base a la Ley de 2015.
Su exposición, articulada entre historia, política y memoria, buscó "restituir simbólicamente el hilo interrumpido entre España y sus hijos sefardíes", dijo, en una actividad que concluyó con una degustación de repostería sefardí.

Entre la memoria y la oportunidad
González recordó que "los judíos han sido expulsados de infinidad de países a lo largo de la historia, pero solo los procedentes de España, los sefardíes, conservaron un arraigo especial por el país del que fueron expulsados". Esa memoria, sostuvo, se mantuvo viva durante más de cinco siglos a través de la lengua, la cultura y la nostalgia.
La conferenciante situó el primer "redescubrimiento" de los sefardíes a mediados del siglo XIX, cuando diplomáticos y militares españoles destacados en el norte de África entraron en contacto con comunidades judías que aún hablaban castellano antiguo. Aquel encuentro, dijo, "fue un choque cultural impresionante para ambas partes" y marcó el inicio de una corriente intelectual y política que más tarde se conocería como filosefarditismo.
España, añadió, atravesaba entonces una profunda crisis de identidad tras la pérdida del imperio colonial. "Los intelectuales y políticos buscan redefinir la identidad española, y el sefardí se convierte en símbolo de una España posible, moderna y abierta", afirmó González. En ese contexto, figuras como el senador Ángel Pulido Fernández impulsaron la idea de que los descendientes de los expulsados eran "hermanos separados por la historia" y guardianes del castellano antiguo.

Del idealismo al pragmatismo político
La conocida historiadora explicó que el filosefarditismo, nacido como movimiento sentimental e intelectual, terminó consolidándose como instrumento de política exterior, aunque sujeto al pragmatismo y ambigüedades de cada momento. Durante el reinado de Alfonso XIII, la corriente se institucionalizó y desembocó en el Real Decreto de 1924, promovido por el ministro de Estado José María Yanguas y Messía.
El texto, leído por González, declaraba que "se considerarán españoles de origen para todos los efectos los individuos pertenecientes a familias de origen español que acrediten su deseo de acogerse a la nacionalidad española". Su redacción ambigua permitió que cientos de judíos del Imperio Otomano y de los Balcanes obtuvieran visados y pasaportes españoles.
Durante la Segunda Guerra Mundial, recordó González, ese decreto se transformó en una herramienta humanitaria. Diplomáticos como Ángel Sanz Briz, conocido como "el Ángel de Budapest", y otros cónsules españoles en Sofía, Bucarest y Berlín, lo utilizaron para salvar a miles de judíos perseguidos. "Se estima que entre 7.000 y 10.000 personas fueron asistidas gracias a la actuación de estos diplomáticos," señaló.
Aunque la interpretación histórica de ese periodo sigue siendo objeto de debate, la analista subrayó que "el filosefarditismo, nacido de la diplomacia cultural, adquirió una dimensión moral que permitió a España reencontrarse con su pasado" judío, interrumpido con la Expulsión en 1492.

De la posguerra a la reparación histórica
Tras la Segunda Guerra Mundial, explicó la conferenciante, la cuestión sefardí permaneció en silencio institucional hasta la transición democrática. Pese a la retórica hostil del régimen franquista, durante los años sesenta y setenta se abrieron sinagogas en España y se reanudaron contactos discretos con las comunidades judías.
El gran cambio llegó con la Constitución de 1978, que consagró la libertad religiosa, y con el acto de 1992 en la sinagoga de Madrid, cuando el rey Juan Carlos I asistió a una ceremonia en la sinagoga de Madrid con motivo del V Centenario del Edicto de Granada. "España fue uno de los últimos países en Europa en anular legalmente esas restricciones," recordó González.
Ese proceso culminó, mucho más adelante, con la Ley 12/2015, que otorgó la nacionalidad española a los descendientes de los judíos expulsados sin exigirles renunciar a su nacionalidad de origen ni residir en España. En palabras de González, "esta ley representa la culminación de un largo proceso de reconciliación sefardí y reconoce expresamente la deuda histórica con quienes conservaron su amor por España y la lengua castellana".
El impacto fue significativo. Según los últimos datos oficiales, más de 153.000 personas solicitaron la nacionalidad hasta junio de 2025, de las cuales casi 89.000 expedientes pasaron de la fase notarial a la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública. Hasta ahora se han concedido 72.297, se han denegado 7.252, y quedan pendientes de resolución 9.337.
Pese a la predisposición de España, González apuntó las dificultades del procedimiento, que exigía una documentación exhaustiva y generó casos de denegación polémicos, incluso entre familias israelíes con arraigo sefardí documentado.

Un legado de identidad compartida
En la parte final de su conferencia, la conferenciante resumió que "el filosefarditismo ha sido una constante en la política y la cultura españolas". De un idealismo romántico se pasó a una política de Estado basada en la reparación y el reconocimiento. "Si en su origen fue un instrumento de diplomacia cultural, su legado humanitario le otorgó una dimensión moral", concluyó.
Para la analista, el recorrido histórico desde la expulsión hasta la ley de 2015 refleja la madurez de España como nación plural. "Hemos pasado de una exclusión de la ciudadanía a una ciudadanía compartida", afirmó. "Los sefardíes siguen siendo los guardianes de una memoria lingüística y cultural única que ha servido de puente entre pasado, presente y futuro (..) Los sefardíes han sido los guardianes de una memoria que une y no divide, y que nos recuerda lo mejor de nuestra historia compartida".
La conferenciante advirtió, no obstante, que en la actualidad "vivimos un momento difícil en la relación entre las instituciones políticas, la sociedad y las comunidades judías" y pidió que España no retroceda en los avances alcanzados. González no señaló responsables específicos ni habló de casos recientes, pero aludía a un clima de tensión creciente, tanto en España como en Europa, en torno a la percepción pública de Israel y del judaísmo, a raíz de la masacre del 7-O y la posterior guerra en Gaza ▪
