Uno de los problemas a los que se enfrenta todo hablante de lenguas latinas cuando quiere aprender inglés son los denominados false friends, los falsos amigos. Son esas palabras parecidas en los dos idiomas pero que en inglés tienen un significado completamente distinto. Por ejemplo, actually, no significa en inglés actualmente, sino, de hecho, o en realidad. Creo que a los judíos nos está ocurriendo algo parecido con algunos amigos que en realidad no son verdaderos amigos.
Hace unos días, el periodista e influencer de derechas Vito Quiles tenía previsto dar una conferencia en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ante su presencia en el campus se formaron diversos grupos de seguidores y detractores que coincidió temporalmente con una clase que tenía que dar en la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Cuando me dirigía a la Facultad me encontré con estos grupos en la puerta del centro separados por los Mossos d’Esquadra. A pesar de ello, me dirigí hacia la facultad, pero la policía me prohibió el acceso momentáneo por seguridad. De esta manera, me esperé a que pudiera acceder para dar la clase.
Casualmente me encontraba al lado de unas estudiantes que llevaban el velo islámico y que estaban siendo increpadas por otros estudiantes del grupo de enfrente. En un momento dado, estos estudiantes empezaron a gritar Am Israel Jai dirigiéndose a estas estudiantes. Sinceramente pensé en ir a saludar a los estudiantes, identificarme como profesor judío y trasladarles alguna idea sobre tolerancia religiosa. Pero al poco, y ante la presencia de banderas independentistas, estos mismos estudiantes levantaron el brazo y se pusieron a gritar Heil Hitler. Reconozco que quedé descolocado. Creo que un verdadero amigo de Israel, el que grita Am Israel Jai, ni tan si quiera se plantearía realizar este repugnante gesto, ni que fuera en broma o para provocar al adversario político, sabiendo lo doloroso que es para nosotros. Pero este hecho me llevó a una reflexión que quiero compartir con el lector en relación con estos falsos amigos que pululan alrededor de nosotros.
Creo que debemos ser realistas y reconocer que los judíos somos irrelevantes en España en términos electorales. Según la Federación de Comunidades Judías, en España hay entre 60.000 y 70.000 judíos. De estos, ¿cuántos pueden votar en unas elecciones generales? Pongamos 40.000. Estos 40.000 se encuentran repartidos en todas las circunscripciones electorales, pero la mayoría en 4: Madrid, Barcelona, Valencia y Málaga. En Madrid, sobre un censo de 5 millones de personas; en Barcelona, sobre un censo de 4 millones. Y en Valencia y Málaga, más de lo mismo. Mucho menos del 1% del censo electoral en cada circunscripción. Y esto sí que tiene relevancia política.
Todos los gobiernos españoles han encarado la cuestión Israel-Palestina bajo planteamientos electorales. Todos saben que el voto mayoritario judío se va a la derecha. Por lo tanto, la verdadera lucha electoral está en la centroderecha y en la izquierda moderada porque el votante radical de derechas y de izquierdas siempre ha sido antisemita y ese no tiene solución. Es ese grupo de votantes el que, según todos los estudios demoscópicos, pone y quita al inquilino de la Moncloa. Por esto, Pedro Sánchez es capaz de hablar del genocidio en Gaza -por cierto, como algunos lideres europeos y algunos políticos de la derecha- y pactar con Israel el regreso de los activistas de la flotilla. Es lo mismo que hizo Felipe González en 1986, que estableció relaciones diplomáticas con Israel mientras que su ministro de Asuntos exteriores afirmaba que la posición del gobierno de España era rechazar la ocupación de los territorios y defender el derecho a la autodeterminación de Palestina. O lo que hizo el gobierno de Aznar en 1999, manteniendo relaciones diplomáticas con Arafat y con Israel. Todos quieren convencer a ese votante clave en el proceso electoral de su posición moderada en el conflicto.
Los judíos debemos ser conscientes de ello y entender que tenemos "amigos" que nos usan para sus propios intereses electorales y que, una vez superada una determinada coyuntura política, ya no les somos útiles porque nunca hemos formado parte de sus prioridades políticas concretas. Creo que los judíos debemos darnos cuenta de que estamos solos en esta lucha, que es necesario que nos reivindiquemos como judíos y que debemos hacer valer nuestro hecho diferencial judío ante la sociedad. Que, con independencia de los planteamientos políticos que pueda tener cada judío a título individual, no nos ubiquen como colectivo ideológicamente en ningún lado, y hacer de nuestra judeidad bandera reivindicativa de lo que realmente somos: un colectivo minoritario orgulloso de sus tradiciones que no quiere ser moneda de cambio de intereses políticos espurios. No se trata de que nos marginemos políticamente como colectivo sino de que reivindiquemos lo nuestro públicamente.
Aún recuerdo la paliza que me dieron 4 compañeros de clase durante la primera Intifada por defender el derecho de Israel a existir como Estado. Ahora, el odio al judío se refleja más sutilmente en la universidad, con miradas y gestos entre compañeros señalando al "sionista" o con pintadas en las paredes apuntando al judío genocida. Dijo Menachem Begin en 1972 que los judíos no podíamos renunciar a nuestro derecho natural y eterno a tener un Estado propio. Cierto. Pero tampoco podemos renunciar a nuestra presencia como judíos en la galut (diáspora) ni dejar de ser lo que somos, dependiendo de falsos amigos ▪
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Carles Grima es abogado y professor de Derecho Constitucional. Es miembro del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor de diversos estudios sobre libertad de información, discurso de odio e inteligencia artificial.