La historia empieza con un trazo.
Negro, vacilante, tembloroso. Podría ser el borde de una casa, la sombra de un cuerpo o la línea incierta de una carretera en el desierto. Pero en las páginas de "En el corazón del 7 de octubre – Testimonios", ese trazo no es solo tinta: es una herida abierta sobre el papel, la huella de un día que partió el tiempo en dos.
El 7 de octubre de 2023 amaneció como cualquier sábado más en el sur de Israel. En los kibutzim cercanos a Gaza, el aroma del café se mezclaba con el murmullo de los niños. En el desierto, jóvenes de todo el país danzaban bajo el sol naciente en el festival Nova. Luego, sin aviso, la música se detuvo. Lo que vino después, el ataque de Hamás, las masacres, los secuestros, el miedo, quedó grabado en la conciencia de una nación.
Pero… ¿Cómo se dibuja algo así? ¿Cómo traducir la violencia y el trauma a imágenes sin traicionar la verdad que contienen?
Esa pregunta recorre cada página de "En el corazón del 7 de octubre", la novela gráfica editada en español por Nagrela Editores con el apoyo de la Fundación HispanoJudía y Cultura Buzz. Coordinado por el veterano historietista israelí Ouri Fink, el libro reúne a doce artistas (once dibujantes y Fink) que reconstruyen aquel día a través de las voces de quienes lo sobrevivieron.
No desde los titulares, sino desde las miradas: el taxista beduino que salva treinta vidas; la madre que respira gracias al sacrificio de su hijo; los jóvenes que corrieron del desierto, con la música aún sonando en la cabeza y el fuego a sus espaldas. Historias diminutas y, sin embargo, infinitas. Juntas, componen una sinfonía de dolor, compasión y resiliencia.

El poder del dibujo lento en una era veloz
En un mundo de pantallas infinitas y noticias que se disuelven al siguiente clic, el cómic parece un anacronismo hermoso. Pide algo que hoy escasea: atención. Leer una viñeta es mirar dos veces.
Mientras el periodismo corre detrás de la inmediatez, la historieta se detiene. Donde las redes gritan, el cómic susurra. Su fuerza reside en el silencio, en ese espacio entre viñetas donde nada se ve, pero todo sucede.
En el corazón del 7 de octubre, cada pausa visual se vuelve un acto de respeto. Las imágenes no dramatizan el horror: lo contienen. Las páginas en blanco son protagonistas; una cocina vacía, una silla volcada, una ventana rota dicen más que cualquier palabra. El lector completa lo que falta, y al hacerlo participa del duelo. No se trata solo de representación: se trata de presencia.
El cómic, aquí, no es solo arte. Es vigilia.

Ouri Fink y los once testigos del papel
Ouri Fink lleva más de cuatro décadas dibujando el alma israelí. En los años ochenta inventó a Sabraman, el superhéroe hebreo que encarnaba la esperanza después del Holocausto. Más tarde, con Zbeng!, retrató a una generación de adolescentes con humor ácido y ternura melancólica. Pero en este nuevo proyecto, Fink abandona la sátira y adopta el tono de un testigo.
Su trazo, antes ágil y juguetón, se vuelve sobrio, reflexivo. Cada línea pesa. "No es una historia sobre el mal", dice Fink, "sino sobre la humanidad que sobrevive a él".
A su lado, once artistas aportan sus propias miradas: Nimrod Reshef, Ilana Zeffren, Asaf y Tomer Hanuka, Maya Ish-Shalom, Rutu Modan, Michel Kichka, Shai Charka, Miriam Libicki, Dudu Geva y Daniella London-Dekel. Juntos construyen un mosaico de estilos y emociones que refleja la pluralidad, y la madurez del cómic israelí contemporáneo.
Algunos trabajan con líneas angulosas, otros con acuarelas suaves; unos dibujan desde la furia, otros desde la calma. Pero todos comparten una ética: narrar sin explotar, conmover sin manipular.
Esa es, quizá, la forma más alta del arte testimonial: ofrecer consuelo sin perder la verdad.
Y es que hay algo profundamente subversivo en la idea de que un dibujo, efímero, frágil, pueda desafiar al olvido. Que un gesto de tinta diga: esto ocurrió, y no debe borrarse.
"En el corazón del 7 de octubre" cumple precisamente esa función. Es un archivo emocional, un acto de responsabilidad colectiva. Frente a la avalancha informativa y la saturación de imágenes, este libro propone una lectura lenta, una memoria atenta.
El lector, al pasar sus páginas, se convierte en testigo. Y ese acto de mirar sin apartar la vista, ya es, en sí mismo, una forma de duelo.
El cómic no exige lágrimas: invita a permanecer.

El trazo que permanece
Cuando se cierra "En el corazón del 7 de octubre – Testimonios", queda una sensación ambigua: la de haber leído con los ojos y también con el alma. No hay moraleja, ni cierre. Solo conciencia.
Porque quizá eso sea lo que el cómic logra como ningún otro arte: recordarnos que la memoria no es un archivo, sino una acción. Que recordar no es conservar, sino revivir. Y que cada trazo, por simple que parezca, puede ser una plegaria contra la desmemoria.
Mientras haya alguien dispuesto a dibujar, el silencio no será olvido.
Y el papel, por frágil que parezca, seguirá resistiendo al tiempo ▪

