La Amistad Judeo-Cristiana de Valencia reunió el domingo 30 de noviembre a un público poco habitual para una conferencia sobre la historia del arameo, un idioma que sigue vivo después de 3.000 años pero en peligro de extinción, y que ha unido a pueblos muy dispares y a confesiones como el judaísmo y el cristianismo.
La conferencia del sacerdote y profesor José Cebrián, titulada "El Arameo, la lengua que enlaza la fe judía con la cristiana", demostró que las lenguas antiguas aún despiertan preguntas muy actuales cuando se las sitúa en el corazón de dos tradiciones que han dialogado —y a veces chocado— durante siglos.
El presidente de la entidad, Javier Martínez, abrió el encuentro repasando el extenso perfil académico del invitado, especialista en lenguas orientales, doctor en teología y profesor de la Universidad Católica de Valencia. Una presentación que, como él mismo subrayó, mostraba que "no es necesario ir lejos para encontrar voces autorizadas en estudios bíblicos y lingüísticos".
El arameo como territorio común
¿Por qué una charla sobre arameo en un espacio interreligioso? Cebrián despejó la duda desde el inicio: "Hay un gran desconocimiento del arameo, y sin embargo es una lengua que hace de puente entre judíos y cristianos". Recordó que el idioma aparece tanto en el Tanaj (Biblia hebrea) como en textos del judaísmo rabínico y en la tradición cristiana siríaca, y que fue el habla cotidiana de las comunidades judías del siglo I.
Para situar al público en aquella época, Cebrián recordó que "Jesús, María, los apóstoles y los primeros cristianos eran hablantes nativos de arameo". Una afirmación que revierte la imagen idealizada de un entorno dominado únicamente por el hebreo, lengua más vinculada entonces a usos formales y litúrgicos.
A partir de esa premisa, el conferenciante trazó un mapa accesible de las lenguas semíticas. Explicó cómo arameo, hebreo y árabe comparten raíces identificadas por la filología del siglo XVIII, y cómo este conjunto se integra en la gran familia afroasiática, donde conviven con el antiguo egipcio, las lenguas etiópicas y el bereber.

La arquitectura interna de una lengua antigua
Uno de los tramos más interesantes fue el dedicado a la lógica interna de las lenguas semíticas. Con ejemplos claros y sin perder profundidad, Cebrián explicó el sistema de raíces triconsonánticas: tres consonantes que se combinan con patrones vocálicos para generar familias enteras de significados. La raíz MLK, señaló, produce "rey", "reino" o "real". Su conclusión fue rotunda: "En una lengua semítica las consonantes llevan la idea matriz; las vocales solo completan el significado".
También se detuvo en la fonología —guturales, enfáticos, variaciones históricas— y recordó que "en hebreo y arameo una misma letra puede sonar como P o como F", algo que sirve para entender formas como "palestina" y "filisteo". El arameo, añadió, mantiene rasgos propios que lo separan del hebreo y del árabe, como el uso del artículo pospuesto.
La morfología verbal ocupó otra parte del recorrido: verbos estativos que expresan estados ("ser fuerte", "ser blanco", "tener miedo"), formas intensivas y causativas que amplían o modifican el sentido. Para ilustrarlo, usó un ejemplo directo: del verbo "matar" derivan la forma intensiva —equivalente a "asesinar"— y la causativa, que significa "hacer que otro mate".
Cebrián insistió, además, en un matiz que el público pareció agradecer: el arameo no es una lengua muerta. Es una tradición viva, documentada durante tres milenios y aún hablada por comunidades actuales en Oriente Medio, sobre todo cristianos, pero cada vez más en peligro de extinción por la progresiva reducción de estas comunidades.

Arameos, patriarcas y reinos olvidados
La segunda parte de la conferencia se adentró en el relato bíblico. Cebrián recordó que el propio texto hebreo vincula a los patriarcas con un origen arameo. Citó Deuteronomio 26:5 —"Mi padre fue un arameo errante"— para subrayar que esta tradición de filiación está presente desde los primeros capítulos de la narrativa israelita.
El conferenciante situó también Harán Naharayim, "Harán de los dos ríos", nombre que alude al Tigris y al Éufrates en la actual Turquía y que aparece en la historia de Isaac y Rebeca. Recorrió la presencia de varios reinos arameos en el Levante —con especial atención a Arám Damasco— y analizó el episodio del rey Rezín, contemporáneo de Acaz, que contextualiza el célebre pasaje de Isaías 7 sobre el Emmanuel. "El reino arameo de Damasco fue finalmente destruido por los asirios", recordó, evocando las campañas de Tiglatpileser III y las escenas de deportaciones que muestran los relieves asirios.

Una lengua que sobrevivió al colapso
Para explicar la expansión del arameo, Cebrián retrocedió al colapso del Bronce Tardío (1200 a. C.), cuando los llamados "pueblos del mar" desestabilizaron imperios enteros. Aquella convulsión, dijo, abrió paso a nuevas entidades políticas y permitió que las comunidades arameas extendieran su lengua como medio común entre reinos e imperios durante siglos.
El conferenciante cerró la sesión con una idea que resume el enfoque de toda su intervención: el arameo no es solo un objeto arqueológico o filológico, sino una clave para entender las estructuras culturales del judaísmo, el nacimiento del cristianismo y la historia compartida de ambos. "Es una lengua que ha estado viva durante tres mil años y sigue viva aún hoy", insistió ▪
