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Ki Tavó

Cuando el pueblo olvida su relato, pierde el alma

Ki Tavó recuerda que la libertad no es solo salir de Egipto, sino seguir narrando quiénes somos cuando nadie nos obliga a hacerlo.
Cuando el pueblo olvida su relato, pierde el alma
Actualizado el 12/9/2025, 11:36 hs.

"Un arameo errante fue mi padre" (Devarim/Deuteronomio 26). Con esas palabras, cada agricultor llevaba los primeros frutos al Templo y recitaba el vidui bikurim (declaración de las primicias): un micro‑relato que condensa origen nómada, esclavitud, redención y llegada a la tierra. La clave no es solo el contenido, sino la gramática de la pertenencia en primera persona: "mi padre… nos afligieron… nos sacó". La historia no se contempla a distancia; se asume. El ciudadano no delega su memoria en funcionarios: él mismo la pronuncia. Es responsabilidad sin tutela, libertad sin amnesia. Por eso la escena ocurre al entrar a la tierra: antes que murallas o moneda, un pueblo sano necesita un relato común dicho por cada uno.

Los sabios leen aquí una arquitectura ética. Sforno subraya que la memoria de la pequeñez y la dependencia impide la arrogancia que descompone naciones: la abundancia se ordena cuando se recuerda de dónde se viene. Rambam (Hiljot Bikurim 3–4) codifica la subida alegre a Jerusalén y la declaración que une historia y reconocimiento para recordar los beneficios y prevenir que la prosperidad se vuelva soberbia. Esta mitzvá (precepto) educa el corazón: los frutos no son solo botín del esfuerzo, sino parte de una historia que se agradece en voz alta.

Traído al presente, el cuadro es sobrio: cuando la memoria común se diluye —por amnesia o por relatos sustitutos— el pacto cívico se fragiliza. Surgen identidades reactivas y tutelas que ofrecen pertenencia a cambio de criterio. Donde persiste un relato verdadero, humilde y agradecido, hay más lenguaje compartido y resiliencia institucional.

En última instancia, Ki Tavó recuerda que la libertad no es solo salir de Egipto, sino seguir narrando quiénes somos cuando nadie nos obliga a hacerlo. Los frutos de la tierra son también frutos de la memoria. Si dejamos de contarnos, dejamos de ser; y lo que se pierde no es un capítulo del pasado, sino el alma de la comunidad

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