Lo que está sucediendo es historia pura. Durante décadas, Irán encendió fuegos por el mundo desde la comodidad de su sillón teocrático. Movía peones desde el Líbano, Siria, Gaza, Yemen o Irak como si la sangre ajena fuera una herramienta más de su política exterior. Azotó a Israel con una guerra de mil cortes. Pero hoy el guion cambió: Irán está ardiendo y el fuego llegó a su propio living.
Israel ya no juega a la defensiva. Ataca lo que quiere, cuando quiere y donde quiere. Instala una nueva regla en Medio Oriente: no hay más intocables. El Mossad, hoy camina por las calles de Teherán. Hace inteligencia, elimina objetivos, toma información. Y se va.
El mensaje es claro: Irán está derrotado. Ya no puede proteger ni su capital, ni su liderazgo, ni sus secretos. Los aviones israelíes sobrevuelan los cielos iraníes a su antojo, sin oposición alguna. El líder supremo, Alí Khamenei, se esconde en un búnker bajo tierra. Israel conoce su ubicación exacta. Y aunque no sabemos cuándo, sabemos cómo termina esto: ese régimen no tiene futuro.
La diferencia entre ambos no es solo militar, sino moral. Israel dirige sus operaciones contra blancos militares, bases de misiles, centros de comando o líderes terroristas. Irán, en cambio, elige matar civiles. Lo hizo en Argentina, lo hace con Hamas desde Gaza, lo hizo con Hezbolá en el Líbano, y lo hace ahora lanzando misiles contra zonas civiles. Para Teherán, la vida humana es un obstáculo, no un valor. Y por eso no hay punto de comparación posible.

Pero esta no es solo una historia regional. Es también una historia nuestra. Argentina es uno de los países que más sufrió el accionar terrorista de Irán. El atentado a la AMIA en 1994 y el atentado a la embajada de Israel en 1992 fueron organizados, financiados y ejecutados con el sello iraní.
Y lo más trágico no fue solo el crimen, sino la traición posterior. En lugar de buscar justicia, el kirchnerismo pactó impunidad. Cristina Fernández de Kirchner firmó un acuerdo con Teherán, el famoso Memorándum, para blanquear a los acusados iraníes, entre ellos altos funcionarios del régimen. La excusa fue "colaborar", la realidad fue encubrir. Y a Alberto Nisman, el fiscal que se atrevió a denunciarlo, fue asesinado con un tiro en la cabeza la noche anterior a declarar ante el Congreso.
Hoy que Irán tiembla, también se desmoronan las mentiras del relato. El régimen que el kirchnerismo protegió es el mismo que entrena terroristas, financia milicias, viola derechos humanos y oprime a mujeres. Y es el mismo que ahora está de rodillas, viendo cómo su fachada de poder se cae a pedazos.
Lo que está pasando en Irán no es solo una operación militar. Es un acto de justicia histórica. Una señal para el mundo libre: los dictadores no son eternos, los asesinos no pueden esconderse para siempre, y los cómplices, aquí o allá, algún día también van a tener que rendir cuentas.
Hoy Israel no solo se defiende. Hoy Israel enseña ▪