El judaísmo reformista cuenta con más de dos siglos de historia en Europa y América del Norte, pero su llegada a España es un fenómeno reciente que refleja la reciente apertura religiosa en el país y la diversidad del judaísmo contemporáneo. Pese a ello, los reformistas no superan los 300-400 seguidores en el mejor de los casos.
Fue a finales del siglo XX cuando comenzaron a asentarse en el país las primeras comunidades vinculadas al movimiento reformista, una corriente que nació en Alemania en el siglo XIX y que promueve una interpretación progresista del judaísmo, adaptada a valores contemporáneos y la igualdad de género.
En España, la primera comunidad reformista reconocida fue Bet Shalom de Barcelona, fundada oficialmente en 2007, si bien desde los noventa algunos de sus miembros ya venían realizando actividades religiosas y sociales. La otra comunidad establecida es la de Madrid, que dirige la flamante rabina Yael Cobano, y que se constituyó en 2014.
También hay una en Sevilla, Beit Rambam, cuya historia comenzó hace ya años cuando varios grupos de judíos de distintas nacionalidades pero residentes en distintos lugares de Andalucía, comenzaron "a dar pasos para concretar un objetivo con el que llevaban tiempo soñando: crear una comunidad que acogiera e integrara la rica y diversa realidad del judaísmo andaluz del siglo XXI". Finalmente, en el año 2012 concretaron el primitivo sueño comunitario, dice su página web.
Centros reformistas también hay en Galicia (Comunidad Benei Israel), que funciona de manera intermitente; en Rota, de alguna manera vinculada a la base naval estadounidense; en Valencia; y en otros pequeños núcleos. En el pasado, algunas comunidades en España que hoy están afiliadas al Movimiento Masortí (Conservador) llegaron a identificarse con el reformismo.
La afiliación de estas pequeñas comunidades a una u otra de las corrientes liberales del judaísmo la suele marcar su afiliación bien al Movimiento Masortí Olamí o a la World Union for Progressive Judaism (WUPJ, reformista). En la práctica sus costumbres religiosas difieren poco, en particular porque las comunidades masortíes españolas incorporan plenamente a la mujer en la liturgia.
A diferencia de las comunidades judías tradicionales en España, agrupadas en la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) —único interlocutor oficial del judaísmo ante el Estado—, las comunidades reformistas han tenido que lidiar con la falta de reconocimiento institucional. No obstante, su presencia se ha consolidado a través de actividades culturales, litúrgicas y educativas, así como colaboraciones con entidades públicas.
Dentro de la FCJE, sólo Bet Shalom, la de Barcelona, está reconocida como comunidad "asociada", aunque en la práctica también la de Madrid participa en distintos actos oficiales. Ninguna de ellas tiene voto ni derecho alguno dentro de la organización techo judía española. Tampoco las masortíes.
En los últimos años, el tímido crecimiento del reformismo en España ha sido impulsado tanto por judíos progresistas provenientes del extranjero como por españoles interesados en una forma de judaísmo inclusiva, abierta al diálogo interreligioso y adaptada al contexto laico y plural del siglo XXI. Por la agilidad de sus conversiones, se trata en algunos casos de comunidades con un relativamente alto número de conversos. Algunas de estas comunidades son lideradas por mujeres rabinas, algo inédito en el panorama judío español hasta hace poco tiempo ▪