Ajav, hijo de Omrí, gobernó el Reino del Norte de Israel en el siglo IX a.e.c., en una época de creciente agitación geopolítica. Según el relato bíblico (1 Reyes 16–22), su reinado, iniciado en el año 38 del reinado de Asá de Judá, marcó una expansión notable del poder israelita, tanto militar como diplomáticamente. En paralelo, el imperio asirio bajo Salmanasar III se perfilaba como una amenaza creciente.
En el año 853 a. e. c., Ajav aparece mencionado por primera vez fuera del texto bíblico, en el llamado Monolito de Kurkh: una estela en lengua acadia que conmemora la batalla de Karkar, donde una coalición de doce reyes liderada por Ben Hadad II de Aram-Damasco y Ajav de Israel logró frenar el avance asirio. Aunque la alianza fue breve, el nombre de Ajav quedó inmortalizado como uno de los mayores contribuyentes en caballería a aquella campaña.
(A-ha-ab-bu Sir-ila-aa)
La figura de Ajav ha sido objeto de múltiples lecturas: para el texto bíblico es un rey idolatra y conflictivo, mientras que desde la arqueología se perfila como un monarca fuerte, constructor y diplomático.
En 2017, un hallazgo en el sitio de Tel Abel Beth Maacah, en el norte de Israel, podría habernos acercado por primera vez a su rostro. Se trata de una pequeña cabeza de estatua esmaltada, de estilo regio y refinado, datada en el siglo IX a. e. c. Si bien no puede asegurarse con certeza a qué rey representa, algunos investigadores sugieren que Ajav, cuyo reino se extendía hasta esa región fronteriza, podría ser el candidato más probable.
Otras teorías sugieron que podría ser el rey Jazael de Aram-Damasco o al rey Itobaal de Tiro, su suegro, todos contemporáneos que compartieron frontera. Si es realmente Ajav, estaríamos, por primera vez, mirando cara a cara al rey que desafió a Asiria… y vivió para contarlo ▪