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Ekev

El talón que sostiene la memoria

En Ekev, Moshé recuerda que la grandeza se sostiene en lo pequeño: la memoria, la gratitud y la constancia en las acciones invisibles que preservan la vida y el pacto.
El talón que sostiene la memoria

En Ekev, la voz de Moshé se detiene sobre una palabra que parece simple, pero que encierra mundos: ekev. Generalmente traducida como "a consecuencia de", también comparte raíz con akev, "talón". Rashi comenta que aquí se alude "a aquellas mitzvot que el hombre suele pisar con su talón". No se trata de desprecio consciente, sino de una familiaridad peligrosa: lo que dejamos de notar porque siempre estuvo ahí.

El talón no es elegante. No brilla. Sostiene en silencio el peso del cuerpo. Así también, dice el Sforno, "la perfección del hombre no se alcanza en un instante de gloria, sino en la constancia humilde del cumplimiento". Y el Rambán advierte: "No digas en tu corazón: mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza… sino recuerda al Eterno, pues Él te da fuerza para adquirir". La advertencia no es contra la prosperidad, sino contra el olvido que la prosperidad suele traer.

En sociología, se habla de la "memoria viva" como tejido invisible que sostiene la identidad de un pueblo. La Torá insiste en ello: recordar los 40 años en el desierto, la sed y el maná, la fragilidad y el cuidado constante. No para instalar nostalgia, sino para que la abundancia no erosione la gratitud. Ibn Ezra lo expresa con sencillez: "No conquistarás la tierra por tu espada, sino por el propósito de Dios y su justicia". Cuando se olvida esto, la abundancia se transforma en un espejismo de autosuficiencia.

La paradoja de la abundancia es antigua: cuanto más llena está la despensa, más vacía puede quedar la memoria. El hambre afila el recuerdo, la saciedad lo adormece. No es el bienestar el enemigo, sino el sopor que produce cuando deja de ser puente y se convierte en trono. En palabras del Midrash (Devarim Rabá 2:7): "Cuando Israel estaba en el desierto, todos sus corazones se volvían al cielo… Cuando entraron a la tierra y vieron pozos y viñas, sus corazones se enorgullecieron".

El talón nos recuerda que el cuerpo avanza por lo que pisa, no por lo que mira. Los mandamientos "pequeños", las acciones que no buscan aplauso, son la arquitectura invisible que sostiene lo demás. Como la memoria colectiva, que no vive en monumentos sino en gestos cotidianos: transmitir historias a los hijos, agradecer por el pan, cuidar la justicia incluso cuando nadie mira.

Ekev nos habla desde ese lugar donde la humildad se convierte en fuerza. Porque un pueblo que olvida cómo llegó a su tierra corre el riesgo de perderla sin darse cuenta. Y una persona que desprecia las cosas pequeñas pierde el equilibrio que la sostiene. El talón no es la parte más noble del cuerpo, pero sin él, ningún paso es posible

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