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Encuentran en Siberia un sidur de los "cantonistas", los soldados judíos del Zar

Un viejo libro de oraciones de hace más de 100 años, hallado hace unas semanas durante una remodelación, deja al descubierto una de las historias más fascinantes del judaísmo en Siberia.
Encuentran en Siberia un sidur de los "cantonistas", los soldados judíos del Zar

Actualizado el 17/9/2025, 08:53 hs.

Bajo capas de polvo y olvido, en una antigua sinagoga construida hace más de un siglo por soldados judíos del Ejército zarista, ha aparecido hace algunas semanas un sidur centenario. El hallazgo, oculto durante casi cien años en un edificio cerrado desde la época soviética, reabre una historia borrada: la de los cantonistas, niños judíos arrancados de sus hogares para servir al Zar, que en Siberia fundaron comunidad, sinagoga y memoria.

"El edificio estaba en ruinas, lo usaban como dormitorios, con baños donde antes había un Aron HaKodesh… pero los Magen David (estrellas de David) seguían intactas sobre muchas ventanas", cuenta a Enfoque Judío el rabino Levy Kaminsky, emisario de Jabad en Tomsk desde hace 21 años y responsable del proyecto de restauración en nombre de la comunidad judía. El sidur, testimonio de una vida judía singular en Siberia, llegó a sus manos durante las obras de remodelación para retirar paredes y techos interiores de la que fuera la antigua sinagoga de Tomsk.

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El sidur de los "cantonistas", hallado en la antigua sinagoga de Tomsk (Foto: Jabad)

Niños del zar: la tragedia de los cantonistas

La historia de esta sinagoga comienza con una de las páginas más oscuras del siglo XIX ruso: el régimen de los cantonistas. A partir de los decretos del zar Nicolás I, miles de niños judíos —muchos con apenas ocho años— fueron reclutados a la fuerza y enviados a internados militares. Su destino: 25 años de servicio en el Ejército Imperial bajo extrema presión y con el objetivo, según Kaminsky, de convertirlos al cristianismo.

"A veces era con el consentimiento obligado de las comunidades; otras, simplemente los arrancaban de sus casas", explica. "Intentaban cristianizarlos con todo tipo de métodos. Muchos cedieron. Pero también hubo quienes resistieron". Y el edificio que está siendo restaurado en Tomsk es parte de su legado.

Aunque oficialmente la práctica cesó en 1856 bajo Alejandro II, los supervivientes judíos, al ser veteranos del Ejército, recibían permisos de residencia fuera del Pale of Settlement —el perímetro de residencia forzada para judíos—, lo que les permitió asentarse en lugares prohibidos a otros, como Tomsk, en el corazón de Siberia, el vasto territorio ruso al este de los Urales.

Allí formaron una comunidad única. Uno de sus referentes fue Tzvi Hertz Tzam, un niño cantonista que logró ascender en el Ejército sin renunciar al judaísmo. Alcanzó el grado equivalente al actual de teniente coronel y, al retirarse tras 41 años de servicio, se convirtió en líder comunitario y promotor del renacimiento judío en Tomsk.

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Tzvi Hertz Tzam, uno de los pocos oficiales judíos del Ejército zarista (Foto: Wikipedia)

Una sinagoga para soldados: historia de un refugio espiritual

La vida judía en Tomsk comenzó en edificios alquilados. A mediados del siglo XIX, Tzam comenzó con una escuela para enseñar el judaísmo a estos niños soldados, pero no sería hasta décadas después cuando los primeros soldados liberados adquirieron un Sefer Torá y fundaron un pequeño minyán (congregación de 10 hombres). En 1907 se inauguró la sinagoga hoy objeto de restauración. El edificio actual —ubicado en el número 15 de la avenida Frunze— fue erigido por los mismos exsoldados, incluyendo a muchos cantonistas ya ancianos.

"Eran hombres de sesenta años que habían pasado más de media vida en uniforme. Ellos recaudaron los fondos, compraron el terreno, contrataron a los artesanos", dice Kaminsky. "Incluso conservamos un registro donde figura cuánto donó cada uno para levantar el edificio."

El templo original, de dos plantas, fue reconstruido tras un incendio en 1906 y se mantuvo activo hasta 1930, cuando el régimen soviético lo clausuró definitivamente como centro judío. Desde entonces, fue convertido en dormitorios universitarios y, más tarde, en viviendas multifamiliares. Se colocaron sanitarios donde antes había objetos sagrados y los ornamentados techos originales y cúpulas fueron desmontados.

A pesar del abandono, sobrevivieron los marcos de madera tallada y los Magen David, visibles hasta el día de hoy en sus decenas de ventanas: "Era imposible no reconocerlo como un edificio judío, aunque le hubieran robado el alma", asegura el rabino Kaminsky.

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El edificio original de la sinagoga de los cantonistas en Tomsk (Foto: Jabad)

El regreso: entre escombros, un libro de plegarias

En 2013, tras complejas gestiones legales, el edificio fue devuelto a la comunidad judía local. Cinco años después, en 2018, se firmó un acuerdo para convertirlo en el futuro Museo de la Historia Judía de Siberia. Como parte del proyecto, el gobierno ruso asignó 60 millones de rublos —unos 650.000 dólares— para su restauración.

"Hubo que reubicar a 18 familias que vivían dentro. El Estado les compró pisos nuevos. Fue algo inaudito", recuerda Kaminsky.

Fue durante las obras cuando un obrero que desmontaba paredes interiores encontró un paquete escondido entre los escombros. Lo entregó al rabino, que no salía de su asombro: era un sidur antiguo, casi intacto, escondido durante la confiscación comunista. "Estaba allí desde 1930. Es un testimonio directo de la fe de aquellos hombres. Sobrevivió a cien años de olvido, humedad, y desprecio. Es un milagro", dice emocionado en sus declaraciones a Enfoque Judío.

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Estrellas de David en las ventanas del edificio. "Era imposible no reconocerlo como un edificio judío, aunque le hubieran robado el alma", asegura el rabino Kaminsky. (Foto: Jabad)

El histótico sidur, que está un muy buen estado, se suma a otro hallazgo simbólico: en 2018, durante la ceremonia de entrega oficial del edificio, un anciano judío se presentó con un Sefer Torá que había permanecido oculto en su familia desde 1929. "Su abuelo, que era shamash de la sinagoga, lo había escondido cuando los soviéticos confiscaron el resto. Lo conservaron en secreto durante 90 años. Cuando devolvieron el edificio, supo que era hora de devolverlo", relata el rabino.

En el manto del Sefer Torá, por delante y por detrás, aún pueden leerse las iniciales en ruso de quien lo donó: Tzvi Hertz Tzam.

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El edificio de la antigua sinagoga de Tomsk, ahora en remodelación para convertirse en el Museo Judío de Siberia (Foto: Jabad)

Un museo de fe y supervivencia

Hoy, el templo de Frunze 15 vive una segunda vida. El Ministerio de Cultura ruso ha aprobado una financiación del 100% para la reconstrucción total del edificio original, respetando su diseño de dos plantas, la galería de mujeres y los detalles arquitectónicos. Como inmueble protegido, debe volver a su diseño original.

"Queremos restaurarlo tal como era. Será un espacio para rezar, pero también un museo. Queremos que cuente la historia de los cantonistas, porque no hay memoria oficial sobre ellos en el pueblo judío. Y es una historia que merece ser contada", afirma Kaminsky.

El plan prevé la apertura del museo en enero de 2027, justo 120 años después de la inauguración original. Desde Jabad y la comunidad local, trabajan para recopilar documentos, fotos, objetos y testimonios que narren la épica y el dolor de los soldados judíos del zar.

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La moderna Sinagoga Coral de Tomsk y el centro educativo y comunitario prestan servicio a unos 5.000 judíos en la ciudad de Tomsk (Foto: Jabad)

Con una comunidad judía hoy de unas 5.000 personas, pero una fuerte asimilación, la comunidad de Tomsk ve en este proyecto una oportunidad para recuperar su herencia espiritual y cultural judía.

"Aquí, el 99% de los judíos están casados con no judíos. Es una comunidad fragmentada, sin tradición. Pero estamos reconstruyendo algo. Con esfuerzo, con amor. Como hicieron ellos", concluye el rabino.

Entre paredes de madera y estrellas de David talladas a mano, el sidur rescatado vuelve a ocupar su lugar. No solo como libro de plegarias, sino como testimonio silencioso de una comunidad que no dejó de recordar quién era, ni siquiera en las duras nieves del exilio ▪

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