En los años veinte del siglo pasado, cuando el antisemitismo comenzaba a instalarse con fuerza en Europa Central, un grupo de deportistas judíos fundó en Viena un club que cambiaría la historia: el Hakoah. Mucho más que un equipo de fútbol, se convirtió en un símbolo de resistencia, orgullo identitario y excelencia atlética.
El club fue creado por seguidores del movimiento sionista que promovían la autosuficiencia física como parte del renacimiento nacional judío, informa el medio "Libertad Digital", que le dedicó esta semana un artículo con motivo del centenario de su mayor proeza: ganar la Liga austríaca.
En una sociedad donde los judíos eran a menudo excluidos de los clubes deportivos, Hakoah ("Fuerza", en hebreo) nació como un espacio de emancipación. Su lema era claro: demostrar que los judíos también podían triunfar en el deporte de élite.
El equipo logró su mayor hito en 1925 al proclamarse campeón de la liga austríaca, en un contexto donde la prensa y los rivales no ocultaban su desprecio racial. El periodista Guido Kolb escribió entonces: "La victoria del Hakoah fue la mejor respuesta al antisemitismo de los estadios". Fue un título que sacudió prejuicios y confirmó que los valores judíos y el espíritu competitivo no eran incompatibles.
Hakoah no solo dominó el fútbol. Su sección de natación batió récords mundiales, y la de lucha grecorromana acumuló títulos europeos. Los viajes internacionales del club, especialmente a Estados Unidos, despertaron una admiración sin precedentes entre las comunidades judías de la diáspora. En una de esas giras, tras un partido en Nueva York ante 46.000 espectadores, varios jugadores decidieron quedarse en América, temerosos del clima hostil que ya se sentía en Europa.
Pero el ascenso del nazismo puso fin al sueño. En 1938, tras la anexión de Austria por el Tercer Reich, el club fue disuelto por las autoridades nazis. Sus instalaciones fueron confiscadas y muchos de sus integrantes acabaron en campos de concentración o forzados al exilio.
Décadas después, Hakoah fue refundado, y aunque ya no compite al máximo nivel, su legado permanece vivo. La historia del Hakoah de Viena no solo recuerda el poder del deporte como herramienta de integración, sino también cómo una comunidad entera usó el fútbol para reafirmar su dignidad frente al odio ▪