Una de mis historias favoritas del Talmud, es aquella que relata el viaje de Raban Gamliel, junto con Rabí Akiva, a Roma.
Cuenta la fuente talmúdica que ambos fueron a hablar con Tito, aquel emperador que había destruido el Templo de Jerusalén.
No lograron todo lo que esperaban —era difícil conseguirlo frente a un poder tan arrogante—, pero sí consiguieron algo: durante un tiempo, lograron aliviar la presión romana sobre el pueblo judío. Y eso, en su contexto, ya fue una victoria enorme.
Ayer, cuando escuché sobre el nuevo "acuerdo" de Israel con Hamás, lo primero que pensé fue algo parecido: "Seguramente no es lo mejor… pero algo de bueno tendrá".
Permitirá que algunas familias vuelvan a abrazar a sus seres queridos, que muchos soldados regresen con una sonrisa, cansada pero viva, que el alma de Am Israel respire un instante de alivio.
Aunque, siendo sincero, en mi pensamiento más profundo sé que la victoria todavía está muy lejos de ser completa, aun así, hay que saber valorar el momento, verlo como una grieta por donde entra la luz. Hay que pensar que puede ser positivo, sin dejar por eso de levantar nuestra voz con dignidad.

Porque la fórmula de entregar territorios, concesiones o principios al enemigo nunca funcionó —ni en la historia antigua ni en la moderna— y, sin ser profeta, me atrevo a decir: tampoco funcionará en el futuro.
Nuestra posición no debe ser de revancha, sino de orgullo y pertenencia. Recordar que la Tierra de Israel nos pertenece por la historia, por la Torá, por el tiempo y por el alma del pueblo.
Y qué momento más apropiado que este, cuando se cumplen dos años justos —según el calendario hebreo— desde que tantos fueron secuestrados, para levantar la vista. Rezamos, lloramos, estudiamos Torá, hicimos buenas acciones… y ahora algunos de ellos volverán. Con dolor, con cicatrices, pero volverán.
Y nosotros también volveremos a bailar. Un baile distinto. Porque si ellos vuelven a casa, nosotros también estaremos en casa el día de Simjat Torá. Y así es. Ese baile que es totalmente distinto.
Bailaremos con la Torá cerrada, no celebrando lo que sabemos, sino nuestra pertenencia al espíritu y la letra del pueblo hebreo.
Y me emociono al escribir esto, porque tal vez, como dijo el Rey Salomón, hay tiempos de guerra y tiempos de paz, tiempos de llorar y tiempos de reír, tiempos de esperar, de abrazar, de soltar, de agradecer, de creer y de volver a empezar.
Los tiempos de creer eso se renuevan en el individuo y contagian al colectivo de una manera determinante
Jag sameaj !! ▪
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David Libersohn, de origen mexicano, es el rabino y director de la Comunidad Judía de Barcelona "Jabad Lubavitch".