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La masacre olvidada que acabó con los judíos de Libia

En 1945, un pogromo brutal en Trípoli marcó el principio del fin del judaísmo libio. Ochenta años después, la historia de aquel exterminio sigue siendo una página olvidada del mundo árabe.

Marina Rosenberg

El 5 de noviembre de 1945, turbas armadas con palos, cuchillos y antorchas invadieron las calles de Trípoli y otras ciudades libias. Cuando se restableció el orden tres días después, más de 140 judíos —entre ellos niños— habían perdido la vida, cientos habían resultado heridos, y sinagogas, casas y tiendas quedaron reducidas a cenizas. Barrios con siglos de antigüedad fueron destruidos en cuestión de horas. Este pogromo fue el principio del fin de una de las comunidades judías más antiguas del mundo.

Los judíos habían vivido en Libia durante dos milenios, desde mucho antes de la conquista árabe que trajo el islam al norte de África. Eran artesanos, comerciantes y profesionales. Hablaban el dialecto libio y el judeoárabe, y formaban parte integral del tejido cultural de la región.

Sin embargo, en una sola generación, toda su civilización desapareció.

Un millón de judíos expulsados del mundo árabe

El desplazamiento en el Medio Oriente es un tema frecuente, pero nunca se centra en este caso. El pogromo de 1945 no fue un caso aislado de violencia, sino que formó parte de una serie de masacres antisemitas que estallaron en toda la región cuando el auge del nacionalismo árabe, el islamismo y la propaganda nazi se combinaron para aislar y perseguir a los judíos

Cuando la emigración a Israel se legalizó en 1949, más de 30.000 judíos libios se marcharon por temor a lo que pudiera venir. Tenían razón. A principios de la década de 1970, todos los judíos de Libia habían sido asesinados, expulsados u obligados a huir. Las sinagogas se convirtieron en mezquitas o bodegas y los cementerios judíos fueron arrasados.

Libia judaismo sinagoga Dar bishi Tripoli
Sinagoga Dar Bishi, Trípoli. Símbolo del trágico final de la histórica comunidad judía en Libia (Foto: Internet)

Esta historia no es exclusiva de Libia. En todo el Medio Oriente y el norte de África, casi un millón de judíos fueron expulsados de sus hogares entre finales de la década de 1940 y principios de la de 1970. En Irak, el pogromo del Farhud de 1941 mató a 128 judíos y sentó las bases para que desapareciera una comunidad de 130.000 judíos. En Egipto, 80.000 judíos se redujeron a casi ninguno. En Yemen, Siria, Túnez y Argelia, el patrón fue el mismo —la vida de los judíos se hizo imposible debido a la exclusión, la confiscación de propiedades y la amenaza de violencia, lo que provocó la emigración y desaparición de estas históricas comunidades judías. 

Marruecos, la excepción

Una excepción notable fue Marruecos, donde el sultán Mohammed V se resistió a los decretos antisemitas del régimen de Vichy y se negó a perseguir a sus súbditos judíos. Aunque hubo violencia —más de 40 personas murieron en los disturbios en Oujda y Jerada en 1948—, el éxodo judío de Marruecos fue comparativamente gradual. Marruecos destaca en el mundo árabe por preservar activamente su patrimonio judío —restaurando y manteniendo sinagogas y cementerios, y reconociendo la historia judía como parte integral de la identidad de la nación.

Sin embargo, el despojo masivo y la expulsión de los judíos del Medio Oriente y el norte de África siguen siendo solo una nota a pie de página. La idea de que los judíos son originarios del Medio Oriente ha llegado incluso a ponerse en duda. Eso no es una casualidad, es una elección.

Este silencio tiene un propósito: sostiene el mito de que los judíos son "extranjeros" o "colonizadores europeos" que desplazaron a otros. Mientras tanto, la mayoría de los judíos israelíes actuales descienden de judíos expulsados de países árabes y musulmanes. Sus abuelos hablaban árabe, persa o kurdo; comían los mismos alimentos y cantaban las mismas melodías que sus vecinos musulmanes.

La ironía es evidente. Las mismas ideologías que destruyeron la vida judía en otras partes del Medio Oriente —el islamismo y el nacionalismo árabe— ahora afirman que los judíos son intrusos en su patria, Israel. Esta mentira ha encontrado una audiencia dispuesta, especialmente entre la extrema izquierda occidental, que ve a Israel como un Estado "colonialista de colonos" y borra de la narrativa a los judíos que fueron sistemáticamente desplazados.

El deber de recordarlos

Ningún Estado árabe ha pedido perdón. Ninguna resolución de las Naciones Unidas conmemora a los refugiados judíos de los países árabes. Las instituciones internacionales que exigen el recuerdo de otros pueblos desplazados guardan silencio sobre este. La condición de víctima de los judíos se ignora porque hacerlo es políticamente conveniente.

El 5 de noviembre se cumplieron 80 años del pogromo de Libia. Pocos lo recordarán. En Libia ya no quedan judíos para llorar. Pero no podemos permitir que esta historia muera con ellos. La desaparición de los judíos del mundo árabe no fue inevitable; fue el resultado del odio, la incitación y una política estatal deliberada. Y el silencio que la siguió ha sido igualmente deliberado.  

Recordar los pogromos de Libia devuelve a la historia a un pueblo que fue borrado de ella. Nos recuerda que la historia judía del Medio Oriente no es solo israelí, sino que abarca milenios en toda la región y está profundamente entrelazada con las tierras de las que fueron expulsados los judíos.

Olvidarlos es aceptar su desaparición. Recordarlos es nuestro deber, un deber que se ha vuelto polémico pero que debemos defender ▪

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Marina Rosenberg es la vicepresidenta sénior de Asuntos Internacionales de la Liga Antidifamación (ADL). @_MarinaRos

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de su autor
y no necesariamente reflejan la postura editorial de Enfoque Judío ni de sus editores.

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