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Jukat

La vaca roja digital

¿Qué conexión hay entre una "vaca roja" bíblica con la inteligencia artificial? Una reflexión sobre mandatos incomprensibles, algoritmos opacos y la importancia de no ceder nuestra libertad al misterio sin ética.
La vaca roja digital

Actualizado el 30/6/2025, 03:06 hs.

En la parashá Jukat (Números 19:1–22:1), la Torá presenta la mitzvá más enigmática de todo el texto bíblico: la Pará Adumá, o vaca roja. Este precepto, considerado la juká por excelencia, establece un ritual de purificación para personas que han tenido contacto con la muerte. El procedimiento consiste en sacrificar una vaca completamente roja, quemarla junto con ciertos elementos simbólicos (cedro, hisopo y lana teñida), y mezclar sus cenizas con agua de manantial. Esta mezcla, aplicada ritualmente, purifica a los impuros. Pero, paradójicamente, quienes participan en su preparación quedan impuros.

Este es el núcleo de lo que en la tradición judía se llama una juká: una ley cuyo sentido escapa al razonamiento humano, que debe cumplirse por obediencia más allá de la comprensión. Rashi explica que este tipo de mandatos provocan burlas del "Satán y las naciones del mundo", que exigen lógica. Pero el texto afirma: "Ésta es la juká de la Torá", marcando que lo inexplicable también tiene un lugar sagrado.

La obediencia a lo incomprensible, en este contexto, no implica sumisión ciega, sino una confianza construida en la ética del pacto: Dios liberó a los oprimidos, entregó leyes justas, y actuó por la dignidad humana. En ese marco, aceptar un misterio tiene sentido. Es una entrega que no anula la conciencia, sino que la afina.

Pero en el mundo moderno, este principio ha sido manipulado. Se nos exigen actos de fe hacia estructuras opacas que no tienen ni pacto, ni moral, ni rendición de cuentas. Un ejemplo inquietante es el de los "algoritmos de caja negra".

Un algoritmo de caja negra es un sistema informático —normalmente basado en inteligencia artificial— cuyo funcionamiento interno es inaccesible para los usuarios. Se introducen datos y se obtienen decisiones, pero el proceso entre entrada y salida es inobservable. Esto ocurre, por ejemplo, en sistemas de crédito automático, diagnósticos médicos asistidos por IA, vigilancia digital, o censura de contenidos. Nos dicen: "el algoritmo lo decidió", y debemos aceptarlo, sin saber con qué criterios, con qué sesgos o con qué errores.

En esta lógica, la obediencia ya no es espiritual ni ética, sino técnica. Se nos pide que callemos, confiemos, y obedezcamos a una máquina cuya autoridad no podemos cuestionar. Es una imitación perversa de la juká: un misterio sin santidad, una imposición sin alma.

La pará adumá purificaba desde el misterio, pero dentro de un relato sagrado de libertad y justicia. Los algoritmos de caja negra pretenden purificarnos —clasificarnos, corregirnos, someternos— desde un misterio sin rostro, diseñado por intereses económicos, políticos o ideológicos. Nos imponen respuestas automáticas, sin permitirnos ver siquiera las preguntas. Es el nuevo absolutismo digital.

Frente a esto, la parashá nos enseña a diferenciar entre el misterio que dignifica y el que esclaviza. Aceptar una juká como la de la vaca roja tiene sentido sólo en el marco de un pacto libre y ético. Todo lo demás es simulacro de divinidad, diseñado para suplantar la conciencia moral con obediencia automatizada.

Nuestra tarea es mantener la pregunta viva, exigir transparencia donde se nos niega, y no permitir que nos arrojen las cenizas de una fe tecnológica para dormirnos el alma. La Torá nos enseñó a obedecer, sí. Siempre con discernimiento. Nunca sin libertad ▪

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