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Arqueología Bíblica

Lajís y la furia de Asiria: arqueología de una destrucción anunciada

La caída de Lajís bajo el imperio asirio dejó cicatrices bíblicas, arqueológicas y visuales que narran, hasta hoy, una de las tragedias más documentadas de la antigüedad.
Lajís y la furia de Asiria: arqueología de una destrucción anunciada

Actualizado el 21/7/2025, 09:57 hs.

En los siglos VIII y VII a.e.c., el Imperio Asirio se consolidó como una de las potencias más crueles y temidas del antiguo Oriente Próximo. Entre las víctimas de su expansión se encuentra la ciudad fortificada de Lajís, una de las más importantes del reino de Judá tras Jerusalén. Su destrucción por parte de Senaquerib (o Senajeriv) en el año 701 a.e.c. no solo marcó un punto de inflexión en la historia del sur de la Tierra de Israel, sino que ha dejado una profunda huella arqueológica.

Situada al suroeste de Jerusalén, Lajís era una ciudad estratégica, tanto militar como económicamente. La Biblia menciona su relevancia en varios momentos, pero es la arqueología la que ha dado voz al drama que vivió bajo el asedio asirio. Excavaciones realizadas desde mediados del siglo XX han sacado a la luz murallas masivas, torres de defensa, y capas de ceniza que atestiguan la violencia del ataque. También se hallaron restos de proyectiles, armas, esqueletos carbonizados e incluso una rampa de asedio, utilizada por los ingenieros asirios para penetrar las murallas de la ciudad.

La mejor prueba visual de esta tragedia, sin embargo, no se encontró en Lajís, sino en Nínive, la capital asiria. En su palacio, el rey Senaquerib mandó esculpir una serie de relieves conmemorativos que narran, con escalofriante detalle, la conquista de Lajís: carros avanzando, arqueros disparando desde murallas, prisioneros siendo ejecutados o deportados. Estos relieves, hoy expuestos en el Museo Británico, son una fuente clave para entender tanto la brutalidad asiria como la importancia de Lajís. Además, se pueden apreciar las vestimentas de los judaítas capturados rindiéndole pleitesía.

La ciudad de Nínive, por su parte, era el corazón palpitante del poder asirio. Ubicada junto al río Tigris (actual Mosul, en Irak), no solo era símbolo de poder, sino también de terror para sus enemigos. La tradición judía captó este sentimiento en el relato del profeta Jonás, a quien Dios ordena predicar el arrepentimiento en Nínive. Jonás, sabiendo del sadismo asirio, prefiere huir y arriesgar su vida en una tormenta en alta mar antes que entregar su mensaje a los "enemigos del pueblo". Un gesto que, aunque literario, resume el temor que inspiraba esta civilización.

Lajís y Nínive, Judá y Asiria: dos mundos enfrentados, cuyas ruinas y relatos aún nos hablan desde el polvo del tiempo

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