Bajo el lema de "Prepararse contra el odio y la incitación", la European Jewish Association (EJA) reunió a líderes comunitarios, parlamentarios y académicos de todo el continente para abordar un diagnóstico inquietante: el antisemitismo en Europa no solo crece, sino que se disfraza.
Su presidente, el rabino Menahem Margolin, alertó en el discurso inaugural de que "el problema ya no está en el pasado: es el presente el que amenaza la supervivencia judía en Europa".
Como invitado de honor el ex primer ministro británico Boris Johnson, quien dijo que cuando él estaba al mando del Gobierno "no aprobábamos en las calles manifestaciones sobre asuntos internacionales. ¡No lo permitíamos! Y cuando veo la gestión del Gobierno (actual) de la situación, sencillamente se ha creado una falsa equiparación entre Hamás, una organización terrorista, e Israel, nuestro aliado".

"Un fracaso colectivo"
La EJA, a la que están afiliadas una decena de comunidades judías en España, celebra hoy lunes, y mañana, su encuentro anual en Cracovia y Auschwitz. El foro, que reúne a representantes políticos y comunitarios de toda Europa, analiza las nuevas formas de antisemitismo, el discurso de odio y el antisionismo contemporáneo.
Margolin abrió el encuentro con palabras que estremecieron a los asistentes: "La situación de los judíos en Europa hoy es, sencillamente, un desastre. Es un fracaso" y enumeró los signos visibles de esa degradación.
"Cuando los judíos vuelven a ser asesinados por ser judíos, es un fracaso. Cuando no podemos caminar seguros por las calles con una kipá o un símbolo judío, es un fracaso. Cuando nuestras sinagogas deben estar protegidas por vallas y guardias armados, es un fracaso", afirmó.
El rabino subrayó que la amenaza ya no se limita a la memoria del Holocausto, sino a la vida cotidiana: "En lugar de hablar del peligro del pasado, tengo que hablar del peligro que afecta a los judíos hoy. En vez de construir un futuro compartido, debo hablar de nuestra supervivencia misma en Europa."
En declaraciones a Enfoque Judío, Margolin destacó que los indicadores muestran una tendencia clara: "El odio que hemos visto en las calles de Europa no tenía que ver realmente con Oriente Medio. Era una excusa. Y por eso, aunque cambien las circunstancias en la región, el nivel de odio contra los judíos no disminuye".
"Los organizadores de las manifestaciones ya han dicho que sus objetivos serán otros, pero la intensidad del odio no cambiará", advirtió, instando a los gobiernos europeos a asumir responsabilidades reales. "Si los líderes de Europa deciden de verdad combatir el antisemitismo, lo lograrán".

La respuesta de Polonia
Entre los representantes institucionales destacó la subsecretaria del Ministerio de Justicia de Polonia, Marisa Ejchart, quien anunció el avance de una iniciativa legislativa sin precedentes en su país. "Quisiera agradecer a todos los miembros de la EJA por su compromiso al colaborar con nosotros en el borrador de la estrategia nacional contra el antisemitismo", declaró.
Ejchart recordó que Polonia, tradicionalmente uno de los lugares de Europa con menor actividad antisemita visible, ha comenzado a registrar incidentes preocupantes. "En Varsovia, Gdansk y Cracovia hemos tenido que enfrentar boicots y alteraciones de eventos con invitados israelíes. Este fenómeno, que antes era marginal, se está extendiendo."
Anunció que el pasado 28 de octubre el Gobierno polaco incorporó a su agenda legislativa la "Estrategia Nacional contra el Antisemitismo y de apoyo a la vida judía 2025-2030", actualmente en fase de consulta pública. "Confiamos en que el Gobierno la adopte antes de fin de año", afirmó. "Nombrar un coordinador gubernamental responsable de dirigir y sincronizar todas las acciones contra el antisemitismo será clave".
La representante polaca cerró su intervención con un compromiso firme: "En nombre del Gobierno de Polonia, declaro que haremos todo lo posible para dotar a esta figura de las herramientas necesarias para cooperar eficazmente con la comunidad judía".

La raíz moral del problema
Con una intervención de gran carga ética, Alice Teodorescu Måwe, eurodiputada sueca y presidenta del grupo de trabajo del Parlamento Europeo sobre antisemitismo, ofreció una reflexión de fondo: "Cada uno de nosotros decide cómo cultivar su jardín interior: lo que dejamos crecer y lo que no permitimos echar raíces."
Teodorescu insistió en que el antisemitismo contemporáneo no es solo una cuestión política, sino una crisis moral y de conciencia. "Todo lo que ocurre a nuestro alrededor es fruto de acciones humanas: las del malvado, las del indiferente y las del justo."
Recordó que tras los atentados del 7 de octubre, Europa enfrenta un dilema semejante al de los años treinta: "Si más personas hubieran alzado la voz entonces, la historia habría sido distinta. Si más personas lo hacen ahora, aún podemos cambiar el rumbo".

La eurodiputada advirtió que el antisionismo se ha convertido en una forma aceptable de antisemitismo: "Los periodistas y escritores pueden decidir no difundir propaganda antiisraelí que destruye la verdad. Los jueces pueden decidir actuar contra quienes demonizan a los judíos o al Estado de Israel. Cada elección cuenta".
"No basta con recordar el Holocausto si no hemos aprendido nada de lo que lo provocó. No basta con honrar a los judíos muertos si no hacemos nada por los vivos", subrayó.
En su mensaje final, apeló al deber de acción personal: "Cuando otros callen, tú debes hablar. Cuando otros duden, tú debes mantenerte firme. Porque si hoy no defiendes a los judíos, tampoco los habrías defendido ayer".
Medir lo invisible
En la sesión de apertura, el académico sueco Dr. Christer Mattsson, director del Segerstedt Institute, presentó una investigación que cuestiona los métodos tradicionales para medir el antisemitismo en Occidente. Su conclusión fue contundente: Europa está midiendo mal el odio que sufre su población judía.

Mattsson explicó que las encuestas convencionales no reflejan la realidad porque los prejuicios se expresan hoy bajo la máscara del antisionismo.
"Cuando se pregunta por los judíos, la mayoría dice no tener prejuicios. Pero si se sustituye la palabra ‘judíos’ por ‘sionistas’, las respuestas cambian radicalmente".
El estudio, realizado en Suecia, Reino Unido y Estados Unidos con más de 9.000 participantes, demostró que las ideas clásicas del antisemitismo —que los judíos controlan los medios, la economía o la política— reaparecen disfrazadas en el discurso antiisraelí. "Las afirmaciones antisemitas son mucho más aceptadas cuando se enuncian contra los sionistas que contra los judíos", explicó el investigador.
Mattsson advirtió que esta distorsión estadística ha generado una peligrosa ilusión de normalidad: "Nos creemos que los niveles de antisemitismo son bajos, pero lo que ocurre es que estamos midiendo la forma equivocada".
Para el académico, la raíz del problema es estructural: "El antisemitismo no es solo una emoción: es una teoría conspirativa con siglos de historia. Cada vez que alguien busca una explicación fácil, el judío —o ahora el sionista— está ahí como chivo expiatorio".

Una amenaza permanente
El profesor sueco concluyó que el antisemitismo no fluctúa con los conflictos en Oriente Medio, sino que permanece latente y se activa en cada crisis social o política. "No es que haya aumentado: simplemente se ha manifestado. El nivel real siempre fue mucho más alto de lo que creíamos".
Margolin, en la clausura del encuentro, recogió esa misma idea para lanzar un desafío a los líderes europeos: "Cuando pedimos que nos protejan, no estamos pidiendo privilegios. Estamos pidiendo el derecho a vivir sin miedo".
El presidente de la EJA propuso incluso medidas de autodefensa: "La mayoría de los judíos piensa hoy en cómo protegerse. No queremos llevar armas, pero tal vez el uso de un taser o gas pimienta sea una opción. El problema es cómo obtener permiso para que cada judío que lo necesite pueda tener uno".

Entre los asistentes se encontraba David Lega, secretario general de la EJA, quien subrayó la creciente fusión entre antisemitismo y antisionismo. "Queremos entender cómo se manifiesta esta unión en cada país y cuáles son los desafíos concretos que enfrentan nuestras comunidades".
La primera sesión concluyó con un mensaje unánime: la batalla contra el antisemitismo requiere una nueva honestidad intelectual y política. No basta con conmemorar Auschwitz, hay que actuar para que la historia no se repita bajo otras máscaras.
"El antisemitismo no comenzó con la Shoá, pero siempre termina en ella", recordó Teodorescu en su intervención final. "Por eso, cada palabra, cada gesto y cada silencio importan" ▪
