"Y fueron los años de la vida de Sará: ciento veintisiete años. Años de vida" (Génesis 23:1). Así comienza una parashá que habla de muerte, pero está llena de vida. La muerte de Sará no es una interrupción, sino el impulso para que Abraham actúe con responsabilidad, memoria y dignidad. La forma en que entierra a su esposa y organiza su legado revela una visión profundamente ética: ejercer poder sin abuso, adquirir propiedad con justicia y asegurar continuidad sin imposición.
Abraham no acepta que le regalen el terreno. Insiste en pagar el precio completo por la cueva de Majpelá, aun cuando los hititas lo reconocen como príncipe entre ellos. Según el Midrash (Bereshit Rabá 58:6), podría haber usado su influencia o la promesa divina de la tierra para exigirla sin costo. Pero elige otro camino. Quiere que esa parcela le pertenezca por derecho, no por condescendencia. Quiere un recibo, no por formalismo, sino como símbolo concreto de legitimidad. Un documento que trascienda generaciones y resista cualquier reinterpretación interesada.
Los versos de la nueva canción estrenada esta semana "… cuando me vaya de aquí nada me llevo" nos recuerdan una verdad ancestral: la conciencia de finitud. Abraham no se lleva nada, pero deja mucho. Deja ejemplo, deja tierra adquirida con integridad, deja una familia en orden, deja principios vivos. No acumula para dominar, sino para construir sentido. Como enseña el Abarbanel, las bendiciones que recibe —tierra, descendencia y nombre— no son trofeos personales, sino herramientas para edificar un legado que trascienda.
El relato también muestra un duelo activo. No hay negación ni teatralidad. Hay acción, hay cuidado, hay continuidad. Abraham llora por Sará, pero sobre todo la honra asegurando que su memoria esté ligada a un lugar real, visible, legítimo. Ese acto transforma el luto en historia.
En tiempos donde las narrativas emocionales intentan desplazar títulos legales o negar acuerdos históricos, la parashá de Jaiei Sará se vuelve profundamente actual. Enseña que el sentimiento no reemplaza a la legitimidad, y que el verdadero legado no se mide por lo que se deja de tener, sino por lo que se deja en pie.
Abraham no espera que le den nada. Lo que tiene, lo construye. Y lo que construye, lo ordena antes de partir. No se lleva nada, pero no deja un vacío.
Por eso lo importante es lo que permanece cuando nos vamos: los actos que hablan por nosotros, los vínculos que sostienen, los principios que no se evaporan▪️
