En el Libro de Esther, que narra la epopeya de una reina judía en la antigua Persia para salvar a su pueblo en el exilio, encontramos a un malvado personaje, Hamán, que los judíos tenemos grabado en nuestra conciencia como el arquetipo de maldad y antisemitismo, como una señal de advertencia en cada generación y generación.
Era, dice el texto bíblico, descendiente de Agag, hijo del bíblico Amaleq, el primer prototipo de "perseguidores/odiadores" ("tzorer", en hebreo) del pueblo judío.
Pero a Hamán, visir del rey Asuero, se le puede atribuir además el peculiar poder de la manipulación, de la fabricación de la mentira para presentar a los judíos como una amenaza y justificar así, ante el Rey, su total exterminio. "Y le dijo Hamán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y disperso entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, cuyas leyes son distintas de las de cualquier otro y que no cumplen las leyes del rey. No le conviene al rey tolerarlos", refiere el Libro de Esther.
Eran días del exilio babilónico, cuando el pueblo judío echó raíces fuera de su tierra ancestral, y quedó nuevamente a merced de la potencia del momento y de personajes tan oscuros como Hamán: La difamación como táctica. El odio como principio.
La victoria de la verdad
Y es que, más allá de las epopeyas, la esencia de Purim es la victoria de la verdad sobre la mentira y del coraje sobre la cobardía. Esther reveló al rey Asuero, con quien se había casado sin que éste conociera su verdadero origen (órdenes de su tío Mordejai), las verdaderas intenciones de Hamán, exponiendo cómo la manipulación ponían en riesgo la vida de personas inocentes.
Más allá del contexto histórico, Purim nos confronta con una inquietante actualidad, demostrando cómo antiguos patrones de odio y manipulación persisten en la era digital. Hoy, aunque la información abunda, escasean el conocimiento profundo y el pensamiento crítico. Las mismas herramientas tecnológicas que facilitan nuestra vida cotidiana pueden, en manos de personas malintencionadas, alimentar prejuicios y generar desinformación. Las "fake news" y las narrativas sesgadas crean enemigos ficticios, tal como ocurrió en tiempos de Esther y Mordejai.
De nuevo, estas mentiras suelen atentar contra de la comunidad judía, perpetuando prejuicios históricos y avivando odios, envidias e ira. Cuando surge la necesidad de encontrar culpables, la narrativa apunta, con preocupante frecuencia, en la misma dirección.
La doble vara y el libelo de sangre
Hoy vemos un claro ejemplo claro en la manipulación mediática, en la forma desigual con que se evalúan conflictos relacionados con Israel o el pueblo judío. Estos tienden a ser magnificados y analizados bajo criterios más exigentes, mientras situaciones semejantes en otras partes del mundo reciben menor atención o simplemente pasan desapercibidas. El Libro de Esther, y otros muchos casos posteriores, nos muestra que esta actitud tiene raíces históricas profundas.
Purim celebra por tanto la valentía y la supervivencia del pueblo judío y el coraje de aquellos que alzan la voz para evitar la desinformación y la difamación para exponer la verdad. La tradición de disfrazarse durante esta festividad simboliza precisamente la facilidad con la que se puede tergiversar la realidad, ocultando prejuicios e intereses políticos tras falsas apariencias.
Esta fecha nos invita a superar la indiferencia, a cuestionar lo aparente y alzar la voz contra la manipulación y el odio. Es un recordatorio de nuestra responsabilidad individual y colectiva frente a las narrativas distorsionadas. Purim nos exige buscar la verdad para protegernos de la mentira, muchas veces escondida tras apariencias engañosas. Porque como decía la filósofa e historiadora Hannah Arendt: "Las mentiras resultan a menudo mucho más verosímiles, más atractivas para la razón, que la realidad, porque quien miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia espera o desea oír".
