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España - Israel

¿Ruptura inevitable o diplomacia de contención?

El reconocimiento del Estado palestino, la guerra de Gaza y decisiones unilaterales han tirado abajo las relaciones entre España e Israel, poniendo a prueba décadas de construcción y esfuerzos diplomáticos.

Steve Levi

La relación diplomática entre España e Israel atraviesa uno de sus momentos más delicados desde el establecimiento de relaciones en 1986. Las tensiones han escalado en los últimos meses, marcadas por decisiones políticas, declaraciones públicas y diferencias profundas respecto al conflicto en Gaza y el reconocimiento del Estado palestino.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha adoptado una postura de las más críticas en Europa hacia las acciones de Israel en Gaza. Ya en noviembre de 2023, durante una visita al paso de Rafah, había declarado que Israel no estaba respetando "los parámetros y límites establecidos dentro del derecho humanitario internacional" y calificó de "absolutamente inaceptable" la "matanza indiscriminada de civiles inocentes, incluidos miles de niños y niñas".

Sus declaraciones provocaron una fuerte reacción por parte del Gobierno israelí. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, expresó su enérgico rechazo y acusó a Sánchez de no señalar a Hamás por los crímenes contra la humanidad que, según dijo, han perpetrado los islamistas palestinos al "masacrar a ciudadanos (israelíes) y usar a civiles palestinos como escudos".

Reconocimiento de un Estado

Pero la situación se agravó con la decisión de España, junto a Noruega e Irlanda, de reconocer al Estado palestino en mayo de 2024. Sánchez defendió esta medida afirmando que "el reconocimiento no va contra Israel y es un rechazo rotundo a Hamás".

En respuesta, el entonces ministro de AAEE israelí, Israel Katz, amenazó con cerrar el Consulado General de España en Jerusalén si no suspendían los contactos con representantes de la Autoridad Palestina. Katz afirmó que "cualquier conexión entre el Consulado español en Jerusalén y personas de la Autoridad Palestina suponía una amenaza para la seguridad nacional de Israel y estará completamente prohibida".

España ha abogado por la solución de los dos Estados como única vía para garantizar una paz duradera en Oriente Próximo. Y en septiembre de 2024, durante la ‘Reunión de Madrid: por la aplicación de los dos Estados’, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, sostuvo  que "de la misma forma que nosotros hemos reconocido el Estado de Palestina y que queremos que el Estado de Palestina exista y sea un Estado realista y viable, por supuesto somos favorables a la normalización de relaciones entre todos los países árabes e Israel".

En caída libre

Pero la tensión diplomática tuvo consecuencias inmediatas. El 22 de mayo de 2024, Israel llamó a consultas –de forma permanente- a su embajadora en España, Rodica Radian-Gordon, en protesta por el anuncio del reconocimiento del Estado palestino de forma unilateral, y en lo que consideró un "premio" al terrorismo de Hamás.

La decisión del Gobierno de España de poner en lo más alto de su agenda internacional la situación humanitaria en Gaza, ha llevado a un encontronazo tras otro desde entonces, y en particular estos últimos meses. Primero apoyando iniciativas en foros internacionales contra Israel, incluidas la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional.

También en el militar, España ha restringido al mínimo su diálogo con Israel y ha cancelado acuerdos de compra-venta de armas, pese a que mantiene aquellos que son estrictamente necesarios para las Fuerzas Armadas españolas o que, simplemente, contemplan la transferencia de tecnología desde Israel para fabricación de armas en España por empresas españolas (en realidad hay también involucradas empresas israelíes como Elbit).

Y en el ámbito cultural, esta misma semana, Sánchez ha pedido la exclusión de Israel de eventos internacionales como Eurovisión, argumentando que "no se puede permitir que un país que está cometiendo una masacre en Gaza participe en eventos culturales internacionales". Hay que aplicar el mismo principio que a Rusia, dijo.

No perder la confianza

En resumen, las relaciones bilaterales se encuentran en una encrucijada. Las decisiones políticas y las declaraciones públicas han tensado los lazos diplomáticos, y aunque ambos países mantienen aún canales de comunicación abiertos, la desconfianza mutua y las diferencias en torno al conflicto palestino-israelí dificultan una reconciliación a corto e, incluso, mediano plazo.

Sin embargo, hay caminos para restablecer vínculos. Las relaciones no están rotas formalmente, lo que deja margen para gestos de distensión, o conversaciones discretas –como la de Albares con su homólogo Gideón Saar en la última Conferencia de Munich-, en contextos menos expuestos a una opinión pública exaltada. Si está o no la voluntad política es otra cosa. Parece que en este momento no. Los intereses diplomáticos y la visión política del actual Gobierno socialista en España no se compenetran con los del gobierno derechista de Netanyahu.     

Pero aun así, ambos gobiernos podrían centrarse en intereses comunes que trascienden el conflicto actual, como la cooperación tecnológica o la lucha contra el antisemitismo. Si bien el contexto geopolítico es tenso, España e Israel aún mantienen vínculos económicos, culturales y, en cierta medida, también académicos, que pueden actuar como resortes para una reconstrucción gradual de la confianza.

Finalmente, el Gobierno español deberá ser especialmente cuidadoso en su comunicación internacional.  Las declaraciones públicas que no vayan acompañadas de una estrategia diplomática clara están teniendo efectos contraproducentes. La firmeza ética en la defensa del derecho internacional no debe confundirse con una política exterior reactiva o simbólica. Porque si España quiere jugar un rol relevante en la región en el futuro debe ser vista como un actor fiable, equilibrado y propositivo que mantenga abierto los canales con ambas partes, y en la que no pierda la confianza de una de ellas partes. El tiempo dirá si eso ya ha ocurrido ▪

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de su autor
y no necesariamente reflejan la postura editorial de Enfoque Judío ni de sus editores.

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