La parashá Re’eh comienza con una palabra clave: "Mira" (re’eh). No dice "escucha" ni "actúa", sino mira. El verbo está en singular, aunque el mensaje es colectivo. Como explican Rashi, Rambán y Sforno, esto indica que cada persona debe observar y discernir por sí misma. La responsabilidad ética no se transfiere.
El texto plantea una elección fundamental: bendición o maldición, verdad o engaño. Pero para elegir, primero hay que ver con claridad. Poco después, la Torá advierte sobre falsos profetas que, aun mostrando "milagros", inducen a la idolatría. Abarbanel y Rashbam subrayan que el carisma o el éxito visible no validan una idea si desvía del bien.
"Mira, yo pongo hoy delante de ustedes la bendición y la maldición".
(Devarim 11:26)
A lo largo de la historia, han surgido figuras seductoras que ofrecían soluciones fáciles a problemas complejos. El modelo bíblico no solo rechaza la idolatría, sino también la fascinación superficial. Invita a una mirada crítica: ver lo que hay detrás del brillo, distinguir lo verdadero de lo convincente.
Hoy, los falsos profetas adoptan nuevas formas: algoritmos, discursos virales, liderazgos polarizantes. Operan en entornos que premian la adhesión emocional y desalientan la duda. En tiempos de guerra, esta manipulación se intensifica: se recortan hechos, se simplifican narrativas, se construyen enemigos. Pero la parashá insiste: ver con los propios ojos sigue siendo una tarea urgente.
En una cultura dominada por la imagen, lo carismático puede volverse idolátrico. El "impacto" sustituye al contenido; la certeza emocional, a la verdad. La tradición judía propone otro camino: la libertad de conciencia como espacio sagrado. Ver no es solo observar: es discernir, cuestionar y asumir responsabilidad.
Re’eh no es un llamado a la obediencia ciega, sino al pensamiento crítico. La bendición y la maldición no llegan impuestas desde afuera: surgen de decisiones internas, cuando hay discernimiento y desconfianza frente a discursos que parecen verdaderos solo por su forma atractiva. Esta tarea exige atención y coraje. Pero ahí radica, precisamente, la responsabilidad de ser verdaderamente libres ▪