30 diciembre 2025
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El canario en la mina – El eco de Grecia en Occidente

Europa del siglo XXI goza de niveles sin precedentes de libertad, derechos, seguridad y desarrollo. Pero eso no significa que esté sana. Hay síntomas de fondo que recuerdan a la descomposición de otras civilizaciones en la historia.

Mónica Sánchez Rubio

Los griegos lo inventaron (casi) todo: filosofía, democracia, ciencia, artes, pensamiento crítico. Construyeron una civilización que aún forma la columna vertebral de lo que hoy llamamos cultura occidental. Y sin embargo, terminaron colapsando, no por falta de brillantez, sino por división interna, arrogancia cultural y conflictos interminables entre sí. La pregunta, incómoda pero legítima, es si Europa —y quizás toda la civilización occidental— va hoy por ese mismo camino.

Síntomas del declive: entre soberbia cultural y fragmentación

Europa del siglo XXI goza de niveles sin precedentes de libertad, derechos, seguridad (en todo su alcance) y desarrollo. Pero eso no significa que esté sana. Hay síntomas de fondo que recuerdan a la descomposición de otras civilizaciones en la historia:

Desunión interna: Como las polis griegas, los países europeos priorizan sus propios intereses. El proyecto europeo avanza a trompicones, entre el euroescepticismo, el nacionalismo y la desconfianza mutua.

Crisis identitaria: Europa duda de sí misma. Se cuestiona su historia, sus valores, sus raíces. En el proceso, deja un vacío que no siempre se llena con diálogo, sino con polarización.

Inmigración sin integración: La inmigración es una oportunidad, pero también un riesgo si no se gestiona bien. La integración es clave. Cuando esta falla, se crean espacios paralelos, guetos culturales, desconfianza, y eventualmente violencia.

Soberbia cultural e ingenuidad peligrosa: Al igual que los griegos, que pensaban que su civilización era insuperable, Occidente a veces cae en la autocomplacencia. Cree que sus logros (democracia, derechos humanos, igualdad) son irrevocables, cuando en realidad requieren defensa activa y constante. Y, por último, pero no por ello menos importante…

El antisemitismo como canario en la mina:

A lo largo de la historia, cuando las sociedades occidentales empiezan a romperse por dentro, el antisemitismo resurge como uno de los primeros síntomas. No porque los judíos sean culpables de nada, sino porque una sociedad enferma busca chivos expiatorios. El odio a los judíos ha sido históricamente el barómetro moral de Europa: desde la Inquisición hasta el Holocausto, pasando por los pogromos y la exclusión en tiempos de crisis.

Hoy, el antisemitismo está volviendo con fuerza en Europa, tanto desde sectores extremistas de derecha como desde sectores islamistas radicalizados. Se justifica como crítica a Israel, pero muchas veces es odio disfrazado. La izquierda progresista también cae, en demasiadas ocasiones, en este doble rasero moral.

Cuando los judíos dejan de sentirse seguros en Europa, es señal de que algo profundo se está rompiendo. Históricamente, cuando el antisemitismo se normaliza, pronto le sigue la erosión de otras libertades.

¿Estamos repitiendo la historia griega?

La historia no se repite, pero rima. Grecia no cayó por ser débil, sino por no saber gestionar su propia brillantez. Europa no está destinada a desaparecer, pero puede destruirse desde dentro si no aprende de su pasado.

Y aquí, el antisemitismo sirve como alarma moral. Cuando aumenta, cuando se normaliza, cuando se tolera bajo excusas ideológicas, es momento de parar y preguntarse: ¿Qué está fallando en nuestra sociedad para que esto vuelva a ser posible? Las soluciones existen, pero no sin esfuerzo.

Evitar el colapso exige recuperar un proyecto común. Exige reforzar la integración sin renunciar a los valores propios: exige igualdad de derechos pero también de obligaciones; exige reconocer el legado judeocristiano y humanista que ha hecho de Europa lo que es. Exige combatir todas las formas de odio, pero ser particularmente sensibles al antisemitismo, porque es el primer síntoma de que una sociedad se está pudiendo por dentro. Y exige recuperar el orgullo de lo que se ha construido, sin caer en el nacionalismo excluyente ni en la autocrítica vacía.

El futuro aún no está escrito

Los griegos nos dejaron las herramientas intelectuales para construir sociedades justas, libres y avanzadas. Pero también nos dejaron la advertencia de lo que ocurre cuando se desprecia la unidad, se ignoran las señales de fractura y se cede al narcisismo cultural.

Europa aún tiene tiempo. Pero si no escucha el canto del canario en la mina, si no actúa ante el antisemitismo, la desintegración social y la pérdida de valores comunes, el eco de Grecia no será solo una metáfora histórica, sino un destino real ▪

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Mónica Sánchez Rubio es directora ejecutiva de la Fundación Hispano Judía.

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de su autor
y no necesariamente reflejan la postura editorial de Enfoque Judío ni de sus editores.

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