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El eterno no, la conveniencia y el extraño amor

Muchos siguen aplaudiendo una causa caduca, temiendo que al dejar de hacerlo, se revele su hipocresía, su provecho o su antisemitismo.

Marcelo Wio

Por definición, un objetivo final no puede ajustarse a nada que sea superior a sí mismo, porque no hay nada superior. Por tanto, la eliminación y reemplazo de Israel no puede sustituirse, al menos de la noche a la mañana, luego de años de fabricaciones y adoctrinamiento – UNRWA mediante -, por la paz. Nunca pudo. De ahí la negativa de los líderes palestinos a lo largo de la historia a construir un estado junto al Estado judío. De ahí, la complicidad árabe en tal sentido – después de todos, fueron coaliciones árabes las que decidieron atacar en 1948, 1967, 1973; los mismos que promulgaron los tres "no" de Jartum.

Contaba Yuval Harari en su libro Nexus una de las tantas anécdotas de la Unión Soviética: en algún evento, Stalin habló, o apareció, y la concurrencia se vio forzada a aplaudir. Y, puesto que sabían que se les observaba, y conocían muy bien las consecuencias que cualquier insinuación de deslealtad les podía acarrear, ninguno quería ser el primero en dejar de palmotear.

De la misma manera, ningún estado musulmán parece querer ser el primero en "traicionar" la postura que se impusieron en el pasado. Deben seguir celebrando esa vieja ceremonia de irracionalidad y conveniencia expiatoria: dando cobertura en cada foro internacional; o financiamiento a las organizaciones terroristas palestinas y santuario para sus líderes. Lo que sea. Pero hay que seguir palmando, aunque al compañero de al lado se le susurre la hipocresía de todo ello, la inconveniencia presente, la carga innecesaria de toda esa empresa hecha de victimismo hipertrofiado, pero también de mucho sufrimiento le trae al pairo.

No pueden cesar en esa adulación-auto adulación mentida porque saben que hay aún muchos países que le sacan pingües beneficios a la situación, y dejar la "causa" puede provocar aún algún que otro sobresalto interno que, quién sabe, bien explotado por los aliados incómodos, termine por forzarlos a mostrar el carácter totalitario de sus empetroladas sonrisas o incluso eyectarlos de las lujosas poltronas justo en plena "modernización".

Y como todo papismo, según reza el dicho, una miríada de dogmáticos cerriles y antediluvianos, en occidente también hay mucha y variopinta audiencia aplaudidora. Y menudo el tronido de su adhesión – a veces, sinceramente estúpida; otras, notablemente utilitaria.

Mas, a diferencia de los primeros, estos deben sumar al choque de las palmas, una justificación distinta; o, más bien, un método que permita desvincular más acabadamente la jarana obsesiva del antisemitismo evidente que supone echarle encima tamaña cubierta a tantos conflictos, injusticias, violaciones de derechos humanos, para centrarse en único país. Uno solo. Con una característica étnico-religiosa igualmente singular.

Similar a la llamada "sombra antrópica", es decir, el efecto en la selección de muestreo que impide a los observadores examinar cierto tipo de catástrofes en su pasado geológico y evolutivo reciente, la "sombra ideológica" invierte en cambio los factores: oculta en pasado humano reciente para poder seleccionar un elemento predeterminado al que observar y, en particular, mostrarlo de la manera que convenga.

Y ahí siguen. Unos, por la inercia del provecho. Los otros… ¿Qué temen si dejan de aplaudir? ¿A que, como al personaje Dr. Strangelove, de la película homónima, se les note la filia, el ‘extraño amor’; el resorte que extiende completamente al brazo derecho? ▪

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de su autor
y no necesariamente reflejan la postura editorial de Enfoque Judío ni de sus editores.

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