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Parashat Emor

El tiempo y la libertad

Parashat Emor es la octava porción semanal del libro de Levítico, y trata sobre las prohibiciones a los sacerdotes y las restricciones a las víctimas y sacrificios
El tiempo y la libertad
La persistencia de la conexión (C. Schejtman, arte digital)

Actualizado el 11/5/2025, 16:45 hs.

Parashat Emor (Vayikrá 21:1–24:23) abre una puerta hacia una comprensión profunda del tiempo, la santidad y el rol humano en la construcción de lo sagrado. En sus líneas se entrelazan las leyes de pureza de los "cohanim", el calendario de las festividades bíblicas, y una advertencia sobre el uso del lenguaje y el nombre divino.
Más allá de su contexto histórico, esta parashá nos habla al corazón: ¿cómo habitamos nuestro tiempo?, ¿qué espacio damos a la trascendencia en medio del ruido?, ¿cómo cultivamos una vida con sentido?

El texto comienza con las restricciones impuestas a los "cohanim", quienes, por su función en el Santuario, debían observar normas más estrictas de pureza ritual. El "Cohen Gadol" (el Sumo sacerdote), incluso en los momentos de duelo, debía preservar una santidad extrema. Estas normas nos enseñan que ciertos roles exigen mayor conciencia, y que la santidad no es un estado abstracto, sino una disciplina diaria. Hoy no tenemos Templo, pero sí hogares, vínculos y espacios comunitarios que requieren cuidado espiritual: una forma de hablar, de actuar, de estar presentes con intención.

Luego, la Torá nos introduce en el corazón del calendario sagrado de Israel: Shabat, Pésaj, Shavuot, Rosh Hashaná, Yom Kipur y Sucot. Cada uno no solo como "feriado", sino como momento de encuentro entre lo humano y lo divino. Rashi enseña que el Shabat no es solo un día de descanso, sino el modelo de tiempo consagrado. Es el patrón con el que comprendemos el valor del tiempo sagrado. Rambán, por su parte, explica que las "moadim" (festividades) son ventanas hacia lo eterno, espacios donde el alma puede alinearse con la voluntad divina.

En un mundo donde el tiempo se mide en productividad, resultados y eficiencia, la Torá nos recuerda que lo sagrado no se acumula: se detiene, se contempla. Contar el Omer entre Pésaj y Shavuot no es solo marcar los días, sino prepararse con conciencia. Yom Kipur no es solo ayuno, sino introspección profunda. Sucot no es solo cabañas, sino vulnerabilidad aceptada con alegría. Cada festividad nos enseña a hacer del tiempo una morada para la presencia divina.

En la era de la hiperconectividad, donde "no tener tiempo" se ha convertido en un estado permanente, esta parashá nos devuelve el poder de decir: "Hoy paro". Ser libres no es solo haber salido de Egipto, sino aprender a decidir qué hacemos con el tiempo que ahora es nuestro. La verdadera libertad no se improvisa: se cultiva.
La parashá concluye con el juicio al blasfemo que maldice utilizando el Nombre de Dios. Más allá de lo literal, el pasaje nos recuerda el peso de las palabras. Nombrar sin conciencia es profanar. En cambio, hablar con intención es también una forma de santidad. Hoy, en un mundo saturado de mensajes, recuperar el valor de la palabra es una urgencia espiritual.

Emor nos convoca a vivir con pausa, con propósito, con fe. A transformar el tiempo en encuentro, y la rutina en ofrenda. Porque lo sagrado no está lejos: está donde decidimos detenernos y mirar hacia adentro▪

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