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Shavuot

No dar nada por sentado

Shavuot celebra lo invisible: el proceso, la gratitud, lo esencial. Nos invita a cosechar con conciencia y a no dar nada por sentado.
No dar nada por sentado

Actualizado el 28/5/2025, 15:47 hs.

En un mundo donde nos hemos acostumbrado a quererlo todo de inmediato y a asumir que siempre estará disponible, Shavuot irrumpe como un llamado a detenernos, reflexionar y agradecer.

Esta festividad tiene cuatro nombres en la tradición judía: cada uno revela una faceta esencial de una misma verdad: nada debe darse por sentado. Todo debe ser reconocido.

Jag HaShavuot (la fiesta de las semanas), marca la culminación del conteo del Omer, 7 semanas (49 días) que nos separan de Pesaj. Este tiempo marca un proceso de aprendizaje y por lo tanto de cambio: de la libertad física a la libertad ética. Contar día tras día no es solo una cuestión ritual: es una forma de entrenar la conciencia, de aprender que cada instante cuenta y que el crecimiento es proceso, no un salto.
En la era del "lo quiero todo, y lo quiero ya" detenernos a valorar los procesos es el verdadero desafío.

Zman Matan Torateinu (tiempo de la entrega de nuestra Torá), recuerda la entrega de la Torá en el Sinaí.
Este acto, en continuidad con el proceso de aprendizaje anterior, establece una alianza basada en el consentimiento: el pueblo responde "haremos y escucharemos", asumiendo una responsabilidad activa.
Sin darnos cuenta hoy delegamos muchas decisiones vitales en "otros": el Estado, algoritmos, influencers,  los medios, las redes o incluso presiones externas. Frente a esta tendencia, Shavuot nos invita a recuperar la voz interior, la brújula ética que nace del aprendizaje, que nos da herramientas de pensamiento crítico y nos permite ejercer la libertad con responsabilidad.

Volver a asumir nuestras decisiones es un trabajo arriesgado y liberador: es la diferencia entre ser protagonistas o volver a formas veladas de esclavitud.

Jag HaKatzir es la fiesta de la cosecha. Al igual que la cosecha en el campo, la que ocurre tras meses de trabajo, incertidumbre y dependencia de los ciclos naturales, cosechamos los resultados de los procesos interiores que estuvimos trabajando. Celebramos el esfuerzo con sentido y la gratitud por lo recibido.

El cuarto nombre, Yom HaBikurim, (el día de las Primicias) remite a la entrega que se realizaba en el Templo de las primicias de los frutos. Un reconocimiento explícito de todo lo que tenemos, comemos, pensamos y construimos.

El hilo común de estos cuatro nombres es el reconocimiento activo. No como emoción pasajera sino como postura existencial. El judaísmo, en todas sus formas —religiosas, culturales, filosóficas—, recuerda al individuo a no dar nada por sentado: ni el amanecer, ni la posibilidad de vestirnos, ni la oportunidad de aprender, ni el milagro de que nuestro cuerpo funcione. Siempre nos alerta que lo esencial no es automático.

En tiempos en los que la velocidad de la vida cotidiana nos aleja de nuestro centro, Shavuot propone detenernos. Para recordar nuestra historia pero también para mirar el presente: ¿Qué frutos estamos cosechando? ¿A qué principios obedecen? ¿Qué sentido tiene nuestra libertad si no da lugar a un mundo mejor?

La Torá —como sabiduría, como ética, como estructura— no es una carga, sino una brújula. Las primicias que ofrecemos hoy quizás se transformen en decisiones, relaciones o proyectos. Shavuot nos recuerda que no basta con lograr: hay que reconocer, hay que ofrecer, hay que agradecer.

Nombrar lo esencial implica reconocer, dar identidad, asumir responsabilidad y establecer relación. Shavuot nos invita a nombrar conscientemente lo que cosechamos y lo que ofrecemos: reconocer lo bueno, agradecerlo y actuar desde allí. Una forma de entrenarnos para seguir siendo libres ▪

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