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¿Quién es el indigente mallorquín que sirvió en Tzáhal y sobrevive con la Torá en un banco del parque?

En un banco de un parque de Palma de Mallorca vive Francisco Javier Vera, con una vida marcada por las calles, la droga, la cárcel… y un pasado insólito: dice que fue soldado de Tzáhal durante la Primera Guerra del Líbano en 1982. Hoy, afirma, sobrevive gracias a la Torá.
¿Quién es el indigente mallorquín que sirvió en Tzáhal y sobrevive con la Torá en un banco del parque?
Imagen del artículo sobre Francisco Javier Ver en el diario Última Hora de Palma de Mallorca.

Actualizado el 24/8/2025, 23:47 hs.

En un banco de madera del parque de Can Simonet, entre sombras de árboles y la calma del vecindario, un hombre sin techo llama la atención por un objeto poco habitual: un libro de la Torá, el libro sagrado del judaísmo, que reposa a su lado. Ese hombre se identifica como Francisco Javier Vera, un mallorquín con una vida marcada por las calles, la droga, la cárcel… y un pasado insólito: fue soldado de Tzáhal durante la Primera Guerra del Líbano en 1982.

Francisco Javier asegura ser judío y haber combatido como francotirador durante la invasión del Líbano de 1982, y que hoy sobrevive en las calles de Palma con apenas una pensión social y la compañía de textos sagrados. Su historia fue publicada  por el diario Última Hora de Mallorca, que recoge su testimonio y que ha dado lugar a comentarios antisemitas de la peor calaña.

"Vivo en la calle, no aquí, sino por ahí. Mi casa es un colchón que escondo durante el día. En la bolsa llevo lo que tengo y el libro de la Torá, que leo a menudo", explicó Vera al periodista, que a pesar de hablar en primera persona no firma la nota.

Sobrevivir en Palma con 722 euros al mes

El indigente afirma que cobra una pensión no contributiva de 560 euros al mes, a los que se suma la Renta Social Garantizada de 162 euros. En total, unos 722 euros que no le alcanzan para costear una habitación. "Por eso vivo en la calle, comiendo a veces en Ca l’Ardiaca, donde llevo diez días intentando que me apunten para vivir, sin suerte", asegura.

La precariedad se mezcla con sus problemas de salud. Dice no poder trabajar tras haber sufrido una bacteria intestinal: "Tuve que curarme yo mismo, con una fórmula magistral en una farmacia, que me costó 9 euros".

Su relación con las drogas también aparece en la conversación. "Soy toxicómano pasivo", reconoce, aunque insiste en que "hace doce años que no me pincho". Explica que fue en prisión donde logró abandonar la adicción: "La psicóloga de la cárcel me dijo que no había visto a nadie conseguir lo que yo había logrado. Me quité todo: metadona, tramadol, lírica… todo. Aunque de tarde en tarde doy alguna caladita, pero no pasa nada".

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De francotirador en Líbano a sin techo en Mallorca

El relato de Vera sorprende por los fuertes giros de su biografía. Afirma que en los setenta emigró a Israel y que en 1982 se alistó en el Ejército y participó en la primera invasión de Líbano. "Soy español, pero tengo también nacionalidad israelí. Mi padre estuvo en la Guerra de los Seis Días", explica.

En su cuerpo asegura llevar tres balazos recibidos durante enfrentamientos contra Hizbulá (E.J. No existía Hizbulá aún). Describe con detalle sus funciones: "Primero, soldado; luego, francotirador. Íbamos en pareja: yo disparaba de acuerdo a los cálculos de distancia y ángulo que hacía mi observador".

Sobre la experiencia de la guerra admite un recuerdo que lo persigue: "Era mi misión, cumplía órdenes. Por eso lo dejé… Fue cuando el objetivo fue una niña". A veces, añade, los remordimientos lo asaltan: "Sí, a veces me vienen recuerdos. ¿Por qué disparaste?, me pregunto. Pero ya está hecho".

De su etapa en Israel asegura haber dejado una hija: "Hoy es médico en el hospital de Hadassah. Pero ella no sabe nada de mi situación porque, ¿qué ganaría con que se lo contara?".

Entre la fe, la calle y el shabbat sin pan ni vino

Tras abandonar Israel, sigue el recuento de Última Hora, Vera regresó a España y se instaló en Mallorca. Hizo el servicio militar en la Marina, en Portopí, y luego encadenó varios trabajos, pero la drogadicción terminó por arrastrarlo a la calle: "Me licencié, tuve trabajos, caí en la droga… En fin, que sigo vivo. Aquí y así, pero vivo".

Su día a día está marcado por la precariedad, pero también por la fe. La Torá lo acompaña y la lee con frecuencia. "Soy hebreo. Debo leerla, aparte de que me gusta", dice.

El cumplimiento del shabbat se convierte en un desafío añadido a su vida en la calle. "No puedo hacer nada, ni bendecir el vino ni el pan, que es lo que se hace en shabbat. Porque, ¿dónde está el vino y el pan? ¿Dónde están los alimentos kosher? No tengo nada, ni de lo uno ni de lo otro. Solo la Torá", lamenta.

Reclamos para los sin techo de Palma

Más allá de su historia personal, Vera se detiene también en la situación de quienes, como él, sobreviven en la calle. Formula propuestas concretas a las autoridades de Palma para garantizar un techo digno: "Si el alcalde convirtiera el edificio de Gesa en un lugar de acogida, muchos tendríamos un techo. O que colocara contenedores en un solar, o que transformara los chabolos de la cárcel vieja en habitaciones. Sitios hay, lo que pasa es que no quieren convertirlos en viviendas para quienes vivimos en la calle".

Su visión de la ciudad es la de quien la recorre desde los márgenes, con un colchón escondido como único hogar y con la certeza de que las soluciones existen, aunque nadie se decida a ponerlas en marcha.

Y mientras tanto, el hombre que dice haber dejado atrás la droga en prisión, que pide alternativas habitacionales para los sin techo y que recuerda con cierta amargura su paso por el Ejército, encuentra en la Torá el único refugio constante. En su palabras suyas: "Aquí y así, pero vivo. Solo la Torá" ▪

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