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Tishá BeAv

Un duelo que une generaciones para despertar la conciencia colectiva

El ayuno del 9 de Av renueva la memoria del exilio, transformando el lamento ancestral en esperanza y solidaridad comunitaria.

Tishá BeAv no es por tanto un mero ejercicio nostálgico ni una página de la historia judía. Es una llamada: A llorar, sí, pero también a reconstruir. A ver el dolor actual como parte de una historia más grande, en la que el pueblo judío ha sabido —una y otra vez— levantarse de sus cenizas.
Un duelo que une generaciones para despertar la conciencia colectiva
Actualizado el 17/7/2025, 12:59 hs.

Cada año, el pueblo judío se detiene el 9 del mes de Av —Tishá BeAv, que este año comienza la noche del 2 agosto, según el calendario gregoriano— para recordar tragedias que marcaron su historia con fuego y cenizas. No es solo un día de luto; es un espejo del alma colectiva, un testimonio vivo de la persistencia judía, y una oportunidad de volver a mirar, con ojos limpios, los ciclos de destrucción y renacimiento que nos han forjado como pueblo. Este año, con Israel en guerra por segundo año consecutivo y un gobierno que se ha fracturado en torno al alistamiento de los ultraortodoxos, Tishá BeAv resuena nuevamente como jornada de reflexión e introspección colectiva.

Una fecha grabada en la carne de la historia

Tishá BeAv reúne en su seno las principales calamidades del pueblo judío. Según la Mishná (Taanit 4:6), en esta fecha fue destruido el Primer Templo de Jerusalén por los babilonios en el 586 a.C., y también el Segundo Templo por los romanos en el 70 d.C. Pero la cadena de tragedias no terminó ahí. Tras la derrota de la revuelta de Bar Kojbá en el año 135, el emperador romano Adriano prohibió las prácticas judías y fundó Aelia Capitolina sobre las ruinas de Jerusalén. La historia siguió marcando Tishá BeAv con expulsiones, matanzas y persecuciones —desde Inglaterra en 1290 hasta España en 1492.

Este patrón histórico no es casualidad para la tradición judía. El Talmud (Ta’anit 29a) enseña que no es el calendario el que impone las desgracias, sino la fractura espiritual del pueblo lo que permite que se materialicen. No es superstición: es introspección histórica. Tishá BeAv no solo recuerda lo que ocurrió, sino que nos confronta con las raíces del odio, la desunión y la indiferencia.

Ayuno, silencio, memoria

Tishá BeAv es un día de ayuno absoluto desde la caída del sol hasta la noche siguiente. La Halajá prescribe abstinencia de comida, bebida, relaciones íntimas, lavados, perfumes y calzado de cuero. Las sinagogas son apagadas para la lectura del libro de Eijá (Lamentaciones), nos sentamos en el suelo y se entonan kinot, elegías que recorren no solo la caída de los Templos, sino las cruzadas, los pogromos, la Shoá y otras heridas colectivas.

Este año, mientras medio centenar de israelíes siguen secuestrados por Hamás desde el 7 de octubre, mientras soldados y civiles siguen cayendo en los distintos frentes de guerra y en las ciudades, mientras las voces del odio se multiplican en universidades, medios y redes sociales, el lamento de Tishá BeAv no es solo liturgia. Es actualidad. Es un nuevo tiempo de oscuridad que se agrega a la lista de desgracias del 9 de Av.

Pero a pesar de su carga de duelo, Tishá BeAv tiene una dimensión profundamente esperanzadora. El Zóhar enseña que la luz más intensa nace en la oscuridad más profunda: "No hay luz sino desde dentro de la oscuridad".

Pero la alegría futura no es automática. Depende de nuestra teshuvá: del retorno ético, espiritual y comunitario. Tishá BeAv es una oportunidad para reconstruirnos por dentro, como individuos y como pueblo.

Tishá BeAv en tiempos de guerra

Desde el 7 de octubre, con el Estado de Israel golpeado, polarizado y aún envuelto en una dura guerra, Tishá BeAv ha adquirido otro tono. Nos recuerda que la destrucción física siempre comienza con una fractura espiritual interna. El odio gratuito (sinat jinam) que, según los sabios (Yomá 9b), causó la caída del Segundo Templo, es el mismo que nos amenaza hoy desde dentro: entre judíos religiosos y seculares, entre partidos enfrentados, entre visiones opuestas de futuro.

Y desde fuera, el asedio no cesa. El odio antisemita, camuflado de "crítica legítima a Israel", ha normalizado en muchos sectores la negación del derecho a existir del único Estado judío. El mismo que sucumbió el año 70 ante los romanos. Tishá BeAv nos exige por tanto no solo recordar, sino reaccionar con conciencia y unidad. Convertir la memoria en un compromiso con el destino de nuestro pueblo.

Tishá BeAv no es pues un mero ejercicio nostálgico ni una página de la historia judía. Es una llamada. A llorar, sí, pero también a reconstruir. A ver el dolor actual como parte de una historia más grande, en la que el pueblo judío ha sabido —una y otra vez— levantarse de sus cenizas ▪

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