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Editorial

El atronador silencio de la FCJE frente al antisemitismo

En medio del grave aumento del antisemitismo en España, la principal institución judía deja solas a comunidades locales ante ataques, amenazas y deslegitimación, y ha rebajado su perfil en la lucha pública contra el antisemitismo.
El último episodio ha tenido lugar esta semana, cuando la Universidad Autónoma y el Ayuntamiento de Barcelona adoptaron resoluciones que provocaron un profundo malestar en la comunidad judía.

En un período marcado por la ola antisemita más grave desde la Segunda Guerra Mundial, la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) —entidad legalmente reconocida como representante oficial del judaísmo español— parece haber optado por un perfil bajo en la lucha contra el antisemitismo. Los ejemplos son numerosos, al igual que los testimonios de quienes no comprenden el porqué de este viraje.

El último episodio ha tenido lugar esta semana, cuando la Universidad Autónoma de Barcelona y el Ayuntamiento de la ciudad adoptaron resoluciones que provocaron un profundo malestar en la comunidad judía, generando sucesivas condenas públicas por parte de la Comunidad Israelita de Barcelona (CIB), una de las dos más importantes dentro de la FCJE.

Si bien la CIB recibió el apoyo explícito de su hermana menor masortí ATID y de quince asociaciones de amistad con Israel —que incluso apelaron directamente a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen—, la FCJE ha permanecido, al menos hasta el momento, en un silencio estremecedor. No ha emitido ninguna crítica ni condena oficial, ni ha respondido a la consulta realizada por este medio. Este mutismo sostenido y cada vez más injustificable representa una preocupante abdicación de su responsabilidad institucional y transmite un mensaje alarmante a la sociedad española.



Desde el ataque del 7 de octubre de 2023 y el estallido de la guerra en Gaza, el antisemitismo se ha intensificado en todo el mundo, y España no ha sido la excepción. En este contexto, no solo era previsible, sino también ineludible, que la FCJE asumiera un liderazgo claro, firme y sostenido en defensa de la comunidad judía española. Sin embargo, la realidad acumulada durante los últimos doce meses demuestra lo contrario: un repliegue evidente y contrastable de su actividad pública, institucional, legal y política frente a ataques antisemitas cada vez más frecuentes, graves y agresivos. En particular, ante la deslegitimación del Estado de Israel y la deshumanización de los israelíes.

Los ejemplos en nuestro país son numerosos y alarmantes: desde el intento de incendiar el restaurante Rimón, con clientes dentro, por parte de un activista que luego fue detenido en Murcia, hasta las amenazas al restaurante Barganzo, la irrupción violenta de una activista en una celebración judía privada en abril, y el uso sistemático de lenguaje de odio en instituciones educativas, culturales y políticas de nuestro país, muchas veces impulsado desde el propio Gobierno.

Frente a esta realidad, la reacción de la FCJE este último año ha sido cuanto menos tibia. Salvo algunos mensajes impersonales en redes sociales o declaraciones rutinarias, su silencio institucional ha sido atronador. En ciertos casos, como las decisiones adoptadas la semana pasada en Cataluña, su inacción ha sido tan notoria que la comunidad local (la CIB) se ha visto obligada a asumir casi en solitario el peso de la respuesta pública y política.



Y es que en el plano político, mientras los aliados del antisemitismo ocupan escaños, platós y calles sin resistencia significativa, la Federación —que reivindica una y otra vez ser la única y exclusiva representante del judaísmo español— ha optado por una neutralidad mal entendida.

La tibieza de sus comunicados, su ausencia en el debate público en momentos clave y su falta de respaldo explícito a otras entidades comunitarias y no comunitarias que sí están dando la batalla contrastan con la gravedad del momento. Resulta particularmente simbólico que, ante una resolución del Ayuntamiento de Barcelona que rompe relaciones con Israel mediante un discurso cargado de odio, la única reacción pública de la FCJE haya sido un comentario genérico en la red X: "Romper no es la mejor opción". Un tuit. Dos líneas. En lugar de defensa, desconexión. En lugar de liderazgo, pasividad.

Paralelamente, la Federación mantiene una actividad intensa en otro frente: la diplomacia de salón. Participa en congresos internacionales, acumula viajes institucionales por el mundo, y se deja ver en fotos en Jerusalén, Miami, Bruselas o donde haga falta. Nada de esto es objetable en sí mismo —al contrario, es parte de sus funciones—, pero cuando se convierte en sustituto de la defensa efectiva de los judíos en España, supone una preocupante renuncia a sus verdaderas responsabilidades. Hoy, los judíos de este país no necesitan relaciones públicas: necesitan protección, representación, acción política y cobertura institucional frente al odio, que crece y se transforma cada día. En su lugar, la FCJE se ha convertido en una "momia coctelera", como dirían en América Latina.



Basta con comparar sus comunicados anteriores y posteriores a abril de 2024 para advertir un cambio de política. Basta con contrastar el lenguaje que utilizó la última vez que el Ayuntamiento de Barcelona adoptó una resolución contra Israel ("una resolución de confrontación con la comunidad judía catalana, con el pueblo judío y con el Estado de Israel, que es el único Estado de los judíos en todo el mundo") con su silencio actual.

Más evidente aún es el mutismo en todo lo que atañe a Israel. En sus escasas entrevistas y comparecencias desde que asumió el cargo (incluida una en el más que "amistoso" programa Shalom de RTVE), el actual presidente de la FCJE tiende a referirse al antisemitismo como "la difícil situación que vivimos actualmente los judíos" (palabras más o menos textuales), sin establecer vínculo alguno entre esa lacra y la demonización sistemática del sionismo o la deslegitimación del Estado de Israel. Esa conexión está expresamente reconocida en la Declaración de la IHRA, cuyo reconocimiento y aplicación en España fue arduamente promovido por sus predecesores.

Por el contrario, la actual dirección evita cuidadosamente cualquier mención a Israel al hablar de antisemitismo, y ha apostado por separar artificialmente ambas realidades, cuando es evidente que la mayoría del antisemitismo contemporáneo gira en torno a la demonización de Israel, la negación de su legitimidad y la deshumanización del pueblo judío mediante una narrativa que justifica la violencia. Una narrativa que alimenta ataques como el del restaurante Rimón, los asesinatos en el Museo Judío de Washington y reciente de atentado de Boulder, Colorado, que curiosamente sí ha contado con la solidaridad de la FCJE. No reconocer esta conexión es, en efecto, combatir el antisemitismo con un solo ojo, como si aún viviéramos en la Europa de los años 30.



Lo más preocupante no es solo que esta estrategia podría estar dejando sin suficiente defensa a toda una comunidad frente a agresiones físicas, simbólicas y políticas que sufre semanalmente. Hay mucho más. Habría aparentemente una decisión o postura que limita todo tipo de acciones y procesos en la lucha contra el antisemitismo. Y no, no sería justo afirmar que la FCJE carece de capacidad para responder: técnicos y profesionales con experiencia han demostrado estar a la altura durante años.

No estamos ante una simple diferencia de estilo o prioridades. Estamos ante un error estratégico de fondo. La función de la FCJE no es administrar comunidades como si fueran franquicias de un club social. Ni siquiera gestionar carnes. Es liderar la defensa de los derechos, la dignidad y la seguridad del pueblo judío en España. Y eso incluye el deber ético y moral de activar herramientas ya disponibles en el Código Penal español y en la Declaración de la IHRA.

La FCJE debe recordar para qué fue creada. No para bailes ni convenciones. No para convertirse en "momias cocteleras". Porque el antisemitismo no espera. Porque la comunidad no puede —ni debe— caminar sola. Y porque el silencio, en "los días difíciles que vivimos", te hace cómplice ▪

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