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El "buen judío" de El País

Señalar a los judíos españoles en el que se supone es el diario más influyente de España como cómplices de un supuesto “genocidio” equivale a ponerles una diana en la espalda.

Masha Gabriel

Hoy, El País publica su enésimo artículo de opinión acusando a Israel de "genocidio", que ha hecho arder a los judíos españoles. Pero no arden por El País: esa falacia ya es dieta diaria del pseudoperiodismo hispano. Lo que enciende la mecha, esta vez, es que el autor de esas líneas es uno de ellos, un judío hispano.

El texto pretende erigirse en reflexión moral profunda, pero acaba siendo una acusación sin sentido contra los judíos españoles, sostenida en una plantilla de "autoridades" tan dudosas como previsibles: Francesca Albanese, que haría sonrojar a cualquier manual de antisemitismo por su constancia en blanquear a Hamás, y Peter Beinart, que lleva años pidiendo boicots contra Israel. Dos voces tan "neutrales" como un árbitro con la camiseta del equipo contrario, pero presentadas aquí como faros de objetividad.

En su cruzada personal, el autor llega a cuestionar pilares esenciales de cualquier democracia, como la libertad de opinión y la presunción de inocencia, al sugerir que las comunidades judías españolas podrían ser acusadas de "negación de genocidio". Lo curioso es que él mismo reconoce que Israel ni siquiera ha sido formalmente declarado culpable de tal crimen. Es decir, propone la condena antes del juicio, apoyándose en ONGs y referencias cuya imparcialidad es -siendo generosos- discutible. Al final, su paradójica acusación no solo es absurda, sino que revela más sobre su sesgo que sobre cualquier "derrumbe moral" ajeno.

Además, la acusación de "genocidio" se presenta como verdad revelada, sin el mínimo rigor jurídico que el término exige y omitiendo por completo el contexto de agresión y autodefensa que cualquier observador serio tendría en cuenta. En su relato, la violencia de Hamás desaparece, y toda la responsabilidad recae sobre Israel y, por extensión, sobre comunidades judías que no se alinean con el guion impuesto.

Lo cierto es que la acusación de "genocidio en Gaza" carece de base fáctica y jurídica. No es nueva: se ha usado antes para desacreditar a Israel y a los judíos en general. Pero hoy, funciona como una inversión deliberada del 7 de octubre: fue Hamás quien perpetró asesinatos masivos con intención abiertamente genocida. Si Israel quisiera exterminar a los palestinos, podría haberlo hecho en cuestión de días; no lo ha hecho, y en cambio ha arriesgado la vida de sus propios jóvenes en combates cuerpo a cuerpo, con un ratio de civiles/combatientes muertos más bajo que en otras guerras urbanas recientes.

Además, millones de palestinos viven seguros bajo control israelí, incluidos como ciudadanos; y durante todo el conflicto han entrado toneladas de alimentos y medicinas, se han abierto corredores humanitarios y se han llevado a cabo campañas de vacunación masiva. Ningún genocidio en la historia se ha caracterizado por preservar vidas de la población supuestamente objetivo.

¿Declaraciones incendiarias de líderes israelíes? Las hay. ¿Crímenes de guerra? Probable. ¿Errores y abusos del actual gobierno? Muchos. ¿Muertes de civiles inocentes? Lamentablemente, sí. Pero nada de esto equivale a un genocidio, sino al horror de una guerra, iniciada por un grupo fundamentalista islámico que idolatra la muerte, la del enemigo y la de su propia gente, a la que emplea como escudo humano para prolongar su agonía, con el aplauso de un cierto "intelectualismo" occidental más ocupado en condenar a Israel que en buscar un final real al conflicto.

En el fondo, el texto en El País, por muy de autoría judía que sea, no es un análisis, sino un ataque de rabia contra la FCJE, organización que representa a los judíos de España. Criticarla es legítimo, pero señalar a los judíos en el que se supone es el diario más influyente de España como cómplices de un supuesto "genocidio" equivale a ponerles una diana en la espalda, en un momento en que los delitos antisemitas han aumentado un 60% en el país.

El resultado es un ejercicio de moral selectiva que reduce el debate a consignas y a repetir fuentes cuya credibilidad es, como mínimo, discutible.

Más allá de querer publicitar su propia organización, ¿por qué esa animadversión a los judíos españoles y sus representantes de alguien que trabajó incluso para ellos? Sólo el autor puede responder a ello.

Pero ya que él recurre a un verso de Discépolo para cerrar su artículo con el lamento del tiempo perdido de sus "amores" a Israel, permítanme que yo haga lo mismo, citando a Celedonio Flores y su Audacia, que popularizara el inmenso Edmundo Rivero: Te cambiaron ¡Pobre mina! / Te engrupieron tontamente,/ Bullanguera mascarita/ De un  mistongo carnaval"

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de su autor
y no necesariamente reflejan la postura editorial de Enfoque Judío ni de sus editores.

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