La crisis diplomática entre España e Israel ha vuelto a escalar este jueves, después de que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, insistiera en Bruselas en su acusación de violaciones sistemáticas de derechos humanos por parte de Israel, y reclamara la suspensión inmediata del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea e Israel.
Las declaraciones de Sánchez, que situaron a Israel en la misma categoría moral que la Rusia de Vladímir Putin, tras su invasión de Ucrania, desataron una respuesta inmediata y contundente de la Embajada israelí en Madrid, que acusó a Sánchez de emprender una "cruzada anti-israelí".
La sede diplomática israelí en España difundió un comunicado a través de la red X en el que recordó que "hasta hace apenas unos días, misiles balísticos iraníes caían durante doce días consecutivos sobre ciudades israelíes", provocando la muerte de 29 civiles y la destrucción de barrios enteros, sin que el Ejecutivo español pronunciara una sola condena. Para la diplomacia israelí, el silencio de España ante la agresión sufrida por la población israelí revela una falta de empatía y una peligrosa parcialidad.
"Esto no solo es profundamente lamentable: es moralmente indefendible", señaló el comunicado, añadiendo que la posición española coloca a Madrid "en los márgenes más extremos —y cada vez más aislados— de la posición europea sobre Oriente Medio". Israel acusó al Gobierno de Sánchez de situarse "en el lado equivocado de la historia" en un momento en que el país está sometido a ataques en múltiples frentes.
La inservible insistencia de Sánchez
Horas antes, Sánchez había manifestado en Bruselas, por enésima vez, la necesidad de congelar los acuerdos con Israel, amparándose en un informe que denuncia supuestas violaciones del artículo 2 del Acuerdo de Asociación UE-Israel —relativo al respeto a los derechos humanos—. En consecuencia, el presidente español pidió una respuesta europea inmediata. "Lo que no tiene ningún sentido —dijo Sánchez— es que llevemos 18 paquetes de sanciones a Rusia por su agresión a Ucrania y Europa, en un doble estándar, no sea capaz ni de suspender un acuerdo cuando se está violando flagrantemente el respeto a los derechos humanos por parte de Israel".
La diferencia con ese caso, que Sánchez y su ministro de Exteriores, José Manuel Albares, han elegido olvidar, es que Israel fue el país atacado el 7 de octubre por la organización terrorista Hamás y otras bandas armadas palestinas, respaldadas además por Hizbalá en Líbano, los hutíes en Yemén, y grupos armados en Siria e Iraq. Detrás de todos ellos, Irán, con la que Israel ha librado recientemente una guerra de doce días.
La insistencia de Sánchez es además insostenible, porque para anular el acuerdo de asociación UE-Israel debe conseguir el voto de todos los países miembro. La semana pasada, Albares ya lo intentó en el Consejo de Asuntos Exteriores y se dio de frente contra una batería de países amigos de Israel, entre ellos Alemania e Italia, que se negaron a avanzar en esa dirección.
Las palabras de Sánchez, pronunciadas horas antes de la cumbre de líderes de la UE, se suman a un historial de declaraciones que en los últimos meses han puesto a España en rumbo de colisión con Israel, que ya llamó a consultas a su embajadora en Madrid en mayo de 2024 y nunca la devolvió.
La reacción del Ministerio español de Asuntos Exteriores al comunicado israelí ha consistido esta vez en convocar de nuevo al encargado de Negocios israelí, Dan Poraz, para trasladarle su malestar por el tono del comunicado.
Con ello, España insiste en escenificar una equidistancia que, a juicio de muchos analistas, roza la desconexión de la realidad del terreno. Mientras otros países europeos mantienen una postura de equilibrio, reconociendo el derecho de Israel a defenderse frente a organizaciones terroristas y al mismo tiempo pidiendo protección para la población civil en Gaza, la línea española se percibe cada vez más cercana al relato de países y organizaciones terroristas hostiles a Israel.
Desde el inicio de la guerra contra Hamás, Israel sostiene que sus operaciones militares buscan la destrucción de infraestructuras terroristas que siguen poniendo en riesgo a su población. La calificación de "genocidio" que repite Sánchez una y otra vez puede verse como un exceso retórico que alimenta estereotipos antisemitas y deslegitima el derecho israelí a la autodefensa.

Frustración acumulada
La dureza del comunicado israelí refleja una frustración acumulada ante lo que Jerrusalén percibe como una deriva política española que prioriza el activismo ideológico sobre la estabilidad regional. "Un país democrático que se enfrenta a amenazas existenciales en múltiples frentes tiene el derecho —y el deber— de proteger a sus ciudadanos", subrayó la Embajada en Madrid.
Y a la vez que "agradece" y "valora" el respaldo claro demostrado por sus principales socios europeos en estos días tan difíciles, considera que la postura adoptada por el Gobierno español coloca a España "en los márgenes más extremos —y cada vez más aislados— de la posición europea sobre Oriente Medio. Y la sitúa, lamentablemente, en el lado equivocado de la historia".
La imagen internacional de España, que hasta hace pocos años mantenía un discurso constructivo en Oriente Medio, sufre un evidente deterioro ante la reiteración de discursos que demonizan a Israel sin matices, que se han convertido en motivo de felicitación al presidente del Gobierno por parte de organizaciones terroristas que declaran abiertamente su intención de destruir a Israel.
Esta crítica descontrolada y sin límites ha empezado ya a cansar también a la comunidad judía local, donde a título individual muchos de sus miembros califican desde hace tiempo a Sánchez de "antisemita".
La relación entre Madrid y Jerusalén atraviesa su momento más crítico desde el restablecimiento de relaciones diplomáticas en 1986, y no se descarta que la tensión pueda escalar aún más si persiste el acoso diplomático por parte del gobierno de Sánchez. Hasta ahora, la Embajada de Israel ha respondido ocasionalmente a las iniciativas y declaraciones españolas, y cuando llegó al cargo el ministro de Exteriores israelí, Gidon Saar, hasta intentó un reacercamiento que ha probado ser imposible frente a las necesidades políticas del presidente ▪