Pedro Sánchez no gobierna con ideas, gobierna con necesidades. Cada decisión suya está dictada por la aritmética del poder, no por principios. Y en ese esquema, el terrorismo le resulta útil. No lo combate: lo blanquea.
Hoy, España se ha convertido en la caja de resonancia europea de Hamás. Mientras los terroristas siguen reteniendo secuestrados y celebrando masacres, Sánchez les regala legitimidad política bajo el disfraz del "derecho del pueblo palestino". Pero detrás de la retórica hay una verdad simple: no se trata de Palestina, se trata de Moncloa. Necesita a sus socios ultraizquierdistas para sobrevivir, y les paga este tributo simbólico con la política exterior de todo un país.
El problema es que ese tributo no es inocuo. Cuando el Presidente español legitima a los verdugos, manda un mensaje claro: el terrorismo se puede negociar, se puede blanquear, se puede usar como moneda de cambio. España, que sufrió en carne propia a ETA y que lloró a los muertos del 11-M, hoy tiene un jefe de gobierno que elige estar del lado equivocado de la historia.
Sánchez pretende venderse en Europa como un "líder progresista moderno", pero su verdadera herencia será haber arrastrado a España al barro del radicalismo islámico. Mientras otros países refuerzan su seguridad y condenan sin titubeos a los terroristas, él opta por abrirles las puertas y regalarles un espacio que jamás merecieron.
La historia no lo recordará como un estadista, sino como un oportunista que puso en riesgo la dignidad de su país para sostenerse un día más en el poder. Pedro Sánchez eligió: prefirió a Hamás antes que a las víctimas, prefirió a los verdugos antes que a la memoria de España. Y ese es un pacto que no se olvida.
Pedro Sánchez no es un mediador, no es un equilibrista, no es un estadista. Es, en la práctica, el líder español de Hamás: el hombre que les abre la puerta de Europa y les da el prestigio que jamás deberían tener ▪
