¿Cuál es la fecha más probable en que se empezó a hablar hebreo? A día de hoy es muy difícil responderla. El hebreo, como lengua semítica noroccidental, surgió en un entorno donde coexistían dialectos muy similares, y su identificación temprana no siempre es clara.
La grafía hebrea antigua era cananea, un sistema de escritura que se desarrolló a partir de la protocananea y que, a su vez, se cree, tuvo su origen en adaptaciones de la escritura jeroglífica egipcia. Este vínculo no significa que los hebreos escribieran jeroglíficos, sino que tomaron signos simplificados que evolucionaron hacia su propio alfabeto.
Un hallazgo clave para entender los orígenes del hebreo es el ostracón de Khirbet Qeiyafa, descubierto en el valle de Elá (Judea) y datado en el siglo XI a.e.c. Este fragmento de cerámica contiene el texto más antiguo identificado como hebreo. Aunque la grafía es protocananea, se reconocen términos propios del hebreo de la época, como עבד (ʿeved, trabajador o esclavo, en amarillo), עשה (asá, hizo, en verde) o אלמנה (almaná, viuda, en blanco).

A diferencia de la escritura jeroglífica (tallada en piedra) o la cuneiforme (en arcilla), que han sobrevivido durante más de cuatro milenios, la escritura hebrea rara vez se plasmó en piedra u otros materiales duraderos. La cerámica, fragmentos y objetos utilitarios, fue el soporte más habitual.
Esta escritura, heredera directa del alfabeto protocananeo, no se desarrolló de forma aislada: en el entorno de Canaán, diversos pueblos adaptaron sus signos a sus propias lenguas y necesidades administrativas. A partir de esa base común surgieron variantes locales que, aunque fácilmente reconocibles entre sí, presentaban diferencias en el trazo
y la forma de ciertas letras.

Desde la época anterior al Primer Templo hasta su destrucción en el 586 a.e.c., el pueblo de Israel hablaba hebreo, pero lo escribía con la grafía hebrea antigua, distinta de la actual. Este sistema no fue exclusivo de Israel: moabitas, edomitas, amonitas e incluso filisteos lo emplearon en sus inscripciones, con adaptaciones propias. Un ejemplo célebre es la Estela de Mesha (siglo IX a.e.c.), mandada erigir por el rey moabita del mismo nombre, que comparte gran parte de su morfología con la grafía hebrea del Primer Templo (Véase el artículo – El Rey Ajav de Israel (II): Moab se rebela).
Tras la destrucción de Jerusalén, el reino de Judá cayó bajo el dominio neobabilonio y gran parte de su población fue exiliada a Babilonia por orden de Nabucodonosor II. Allí los judaítas —desde entonces conocidos como "judíos"— prosperaron y adoptaron el idioma vehicular de la región: el arameo.
Al regresar para reconstruir el Templo, trajeron consigo una innovación que aún conservamos: la grafía ashuri (del hebreo "asirio"), adoptada gradualmente del alfabeto arameo y mencionada en el Talmud. En el tratado de Shabat 21b, Mar Zutra dice que originalmente, la Torá fue entregada a Israel en letras ivrí (hebreas), y en la lengua sagrada (hebreo). Más tarde en los tiempos de Ezra la Torá fue entregada en letra ashurit y en el idioma arameo. También encontramos mención a esta grafía en Mishná Meguilá 1:8.
Este cambio no eliminó de inmediato la escritura del Primer Templo, que siguió usándose en determinados contextos, como en las monedas judías acuñadas durante la Primera y la Tercera revuelta contra Roma, siglos después.
Así, el hebreo escrito atravesó un proceso evolutivo algo complejo: de una grafía compartida con pueblos vecinos a la escritura cuadrada ashuri que hoy identificamos como "hebreo" ▪