La masacre del 7 de octubre de 2023 en Israel y los dos años de guerra que le siguieron contra los grupos terrorista Hamás, Hezbollah, los hutíes, milicias pro-iraníes en Irak y Siria, y contra Irán, modificaron la vida de todos los judíos en la diáspora, especialmente la de aquellos que tenían una amplia presencia en las redes sociales.
Las agresiones de grupos antisemitas se tornaron una moneda corriente en las diferentes plataformas, en paralelo con lo que ocurrió con las movilizaciones pro palestinas y los ataques contra instituciones e individuos en todo el mundo.
Uno de los que sufrió esta situación en carne propia fue el rabino argentino Uriel Romano, de la comunidad Temple Kol Ami Emanu-El, en la localidad de Plantation (Florida, EEUU), quien se vio obligado a reducir su presencia en X debido al incremento de la violencia que percibía de sionistas y anti sionistas cada vez que estos realizaban un posteo en busca de posiciones extremas.
Nacido en Buenos Aires en 1989, Romano se graduó en Ciencias Política por la Universidad de Buenos Aires y recibió la smijá en el Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall T. Meyer cuatro años después, tras dos años de estancia en Israel donde obtuvo el master en Estudios Judaicos con especialización en Talmud y Midrash en Jerusalén.
Desde 2022, es rabino senior del Temple Kol Ami Emanu-El. Está casado con Leila Cohen Sabban y tiene cuatro hijos.
–¿Cómo le impactó esta nueva realidad?
Pasé por diferentes etapas, como todos. Vivimos en un mundo de extremos y eso es lo que vende en el periodismo y de lo que vive la política. Lo mismo pasa en las redes sociales. Entonces, no se puede ser un sionista ni un anti sionista crítico. Uno tiene que ser un anti sionista que ya derivó en antisemita directamente para ser más o un sionista para el que Israel es mejor que el paraíso. La mayoría estamos en el medio. Cuando vivís en un mundo de extremos, te putean (sic) de derecha y de izquierda, de todos lados. Lamentablemente, eso me llama más al silencio. O a veces no me importa, porque ya estoy curtido.
–¿Cómo llegó a esa situación?
A mí, antes me hacían lo mismo. Los reformistas me decían que era un retrógrado porque no hacía matrimonio mixtos. Los ortodoxos me criticaban porque permitía que las mujeres subieran a leer la Torá y me acusaban de ser un liberal que estaba arruinando la Torá. Lo mismo ocurre con los anti sionistas que me acusan de ser el más sionista y asesino de niños en Gaza, y con los seguidores de Smotrich (el ministro de Finanzas de Israel) que creen que soy anti sionista. La realidad es mucho más compleja de lo que ves en las redes sociales. Creo que hay que divertirse, desdramatizar y burlarse un poco, reírse. La mejor cura contra el fanatismo es el sentido del humor. Esa también es una respuesta judía.
–¿Cómo ve el antisemitismo en Estados Unidos?
Acá, en el sur de la Florida, vivimos en una burbuja dentro de la burbuja. Tenemos a un gobernador más proisraelí que la mitad de los israelíes. Los alcaldes de la mayoría de estas ciudades son judíos o los mejores amigos del pueblo judío. No hay casi incidentes de antisemitismo y, si los hay, son aislados y atacados con toda la severidad. Nunca vas a escuchar en la Universidad de la Florida que pase lo que ha ocurrido en la UPenn o en la UCLA. Sé que el tema del antisemitismo vende, pero no soy tan dramático en lo local. Todavía estamos en un estado de derecho y hay leyes. Al antisemita no le sale gratis serlo públicamente.
–¿Y a nivel internacional?
Tenemos que ser más cautos en cómo hablamos del antisemitismo, porque lo que menos que queremos es que pase lo que ocurre hoy en las redes sociales: darle visibilidad a cosas que tienen poca entidad y empezar a replicarlas y que el algoritmo lo tome y lo viralice. Dos años de guerra en Israel no ayudó, con noticias por doquier y estar en la tapa de todos los diarios. Para los judíos, eso nunca es bueno, algo deberíamos aprender. No deberíamos ser noticia, ya que somos solo el 0,2% de la población mundial. Nunca es bueno estar en los medios, ni por cosas positivas ni por las negativas. Ni cuando ganamos un Premio Nobel, ni cuando las IDF cometen un error. Tenemos que hacer como los millonarios: el nuevo rico siempre quiere salir en la prensa, pero el que lo es de siempre verdaderamente, nunca desea aparecer.
–La mayoría de las veces eso no depende de los judíos…
Muchas veces nos ponen porque "el otro" siempre es noticia. Si es un país de etnia blanca y hay dos afroamericanos, ellos van a estar en la noticia. Hacés zoom out en Google Maps en Israel y es verde, y todo lo demás está amarillo o gris. Hicimos reflorecer el desierto, resaltamos. Si controlamos los medios de comunicación, como dicen los antisemitas, no estaríamos haciendo las cosas muy bien. Tendríamos un mal control en este momento o como dicen los que nos odian: "Eso es parte de la estrategia". Yo tengo una política diferente a la de bastante de mis colegas y amigos judíos y sionistas y demás. Uno tiene que defender la idea, lo macro, no lo micro. Los sionistas fanáticos le hacen tan mal a Israel y a los judíos como los antisionistas judíos extremistas.
–¿Por qué?
Israel es una realidad y no el país idílico que estaba en los textos de Herzl o en la declaración de la independencia de Ben Gurión. Esos son documentos ideales, novelas, no es el lugar perfecto que te imaginabas. Se trata de un Estado, con sus ladrones, corruptos y abusos. El tema es que los judíos no dejamos de normalizar a Israel. A ninguno de nosotros se nos ocurriría defender a nuestros Estados y gobiernos de turno como lo hacemos con Israel. Una cosa es el derecho inalienable del pueblo judío a tener un Estado en nuestra tierra ancestral, y otra salir a defender toda política de Netanyahu o todas las medidas del Ejército. Cómo decía Víctor Frankl: "No podemos cambiar la realidad".
Tenemos que aceptar que no podemos ver a todo el mundo como antisemita. Me parece un error garrafal, porque no todo el mundo lo es. La mayoría no tiene una opinión sobre Israel, como yo no la tengo sobre Sri Lanka. El 99% de la humanidad se va a dormir importándole un bledo el tema. La gente quiere vivir, disfrutar, tener paz y demás. Gran parte de lo que se vende en los medios de comunicación del mundo es una obsesión hacia los judíos y los israelíes que hay a veces me sorprenden. Tenemos que aprender a vivir, a elegir nuestro grupo social y de amigos. Habrá momentos de mayor antisemitismo donde seremos maltratados y tendremos que crear nuestras propias escuelas y clubes, como fue en los ‘30 y los ‘40 (del Siglo XX) y habrá algunos en que podremos insertarnos algo en la sociedad, como si nada.
– ¿Cómo ve que lo está viviendo la diáspora?
En algunos lugares del mundo, el antisemitismo es un peso muy fuerte y tenemos que bancarlo, porque sabemos la importancia que tiene lo que está ocurriendo. Lo padecemos de una forma que no le ocurre a otros lugares con sus conflictos. El ucraniano que vive fuera de Ucrania tiene pasaporte ucraniano, pero el judío de la diáspora no tiene el israelí. Para bien o para mal, los judíos no encajamos en las categorías del mundo. Resaltamos, no por ser buenos o malos, sino porque no encajamos. El mundo está en círculos y el judaísmo es un cuadrado. El no encajar como religión, como pueblo, como nación, como cultura no lo entienden. ¿Cómo puede haber judíos ateos? La gran crítica de los antisemitas, cristianos, es cómo vuelven los judíos a la tierra de Israel cuando Herzl era ateo. Muchos de nosotros no entendemos lo que somos. Esa es la cuestión judía. Lo que es complejo no gusta.
– ¿Cómo está impactando todo esto en las comunidades judías de la diáspora?
Las primeras semanas y meses después del 7 de octubre las vimos como un gran aliciente para que la gente volviera, viniera para estar más conectada, hacer más cosas comunitarias, a rezar y a estudiar más, a hacer actos sobre Israel y cosas así. Después, hubo mucha presencia en redes sociales. Hoy es muy fácil, porque es compartir un post que te llega sobre Israel sobre lo que pasó, sobre fake news, sobre un ataque de un incidente antisemita y demás. Eso se potencia, se viraliza. Hay historias de gente que dejaron de hablarles a ciertos amigos o compañeros de trabajo.
Como todo, después de un tiempo vuelve y se convierte en parte de tu rutina y asimilas también las situaciones hostiles desde afuera. Te acostumbras a que ésa es una realidad con la que tenés que convivir. Ves lo que pasa en una comunidad de Toronto, de Los Ángeles, de Chile, de la Argentina y de Francia en las redes sociales y se repite tantas veces que te parece que ocurre todos los días. Pero acá salís a las calles y ves que está lindo, soleado y estamos bien. No pasa nada. La tarea del rabino también es poner en contexto la historia. El antisemitismo recrudeció, pero no hay pogromos. Hace 100, 150 años pasar del insulto a molerte a trompadas, al asesinato o al incendio era solo un paso. Hoy no es así ▪
